Jorge Juan Augusto Contreras Videla, nació el 27 de abril de 1925 (80 años), actualmente vive en el Barrio “La Gloria” de Godoy Cruz, Mendoza. Hijo de los docentes Juan Ramón y Felipa Augusta.
- ¿Qué momentos marcaron su infancia?
- Mi familia era de clase media y mi padre era docente alfabetizador en Campo Los Andes; en ese lugar jugaba con el hijo de la cocinera y no había ninguna diferencia entre nosotros, con ese niño aprendí y tuve una experiencia con los aspectos sociales que me marcaron mucho.
Otra anécdota es de cuando tenía aproximadamente ocho años estaba jugando en el puente de un río, y de repente producto de un empujón y mi pérdida de equilibrio caí en el agua, y mi hermano trató de dar aviso a mis padres, pero no le salían palabras sólo señalaba hacia donde yo estaba; ellos se dieron cuenta que algo sucedía, entonces corrieron a socorrerme, fue una experiencia de roce con la muerte y eso me marcó, sobre todo por ser un niño.
- ¿Qué lo impulsó a seguir una carrera con orientación docente?
- Puede ser que haya influido mi entorno familiar mi padre, mi madre y tíos. Aunque cuando salí del colegio secundario no tenía definido qué quería hacer, sólo tenía en claro que quería formar una familia, incluso estuve de novio, pero esa relación no resultó.
Di clases en varios colegios de la provincia y luego empecé la carrera de Profesorado en Geografía e Historia, hasta que entré al seminario, así que la finalicé en el transcurso del mismo.
En ese tiempo, conversando con el sacerdote que siempre estaba a mi lado acompañándome, comencé a preguntarme quiero una familia y ya lo intenté, pero que me impide ser sacerdote.
Fue un tiempo de dudas. Pero el hombre está siempre caminando en un mundo de misterio, de voluntad y revelaciones que Dios nos ha hecho.
- Entonces ¿Cómo supo que estaba listo para ingresar al seminario?
- Un día viendo una flor, pensé: es hermosa, pero se va a marchitar y todo se termina, entonces no debo perder más tiempo, desde ese entonces considero a la flor como algo tan especial. Yo la sitúo luego del acto eucarístico.
En ese momento tenía 24 años y mi padre estaba solo y ciego, no lo podía abandonar y mi hermano que estudiaba afuera vuelve cinco años después, y es cuando entro al Seminario Conciliar Nuestra Señora del Tránsito. El 15 de Julio de 1962 me ordené como sacerdote.
- ¿Dónde comienza sus actividades sacerdotales?
Primero que nada, yo elijo llevar el estilo de vida pobre, ser pobre con el pobre, y al parecer por las condiciones que veía en mi el Arzobispo me envía a trabajar en la Catedral de Loreto, luego me derivan a Maipú, pero finalmente quedé en la Iglesia Nuestra Señora de Loreto.
Se da que en ese momento se formaba el concilio vaticano, lo que significaba mucho para nosotros, pero no se nos informaba apropiadamente. Era un movimiento que surge y nos pone muy contentos, pero el hecho de no tener noticias y no poder acceder a ella fácilmente era desconcertante.
-¿Puede ubicarse por esta época la Teología de la Liberación?
-Sí, podría decirse que sí, aunque eran dogmas ya existentes. Eran teólogos con nuevas propuestas, como por ejemplo en Perú donde un máximo exponente era Gustavo Gutiérrez.
El punto de arranque es el ser pobre, es un lugar teológico, se propone fe y realidad de vida. Y se da en Latinoamérica por que la mitad de la población es pobre.
Desde acá apoyamos y favorecemos la Teología de la Liberación, aunque vivimos con una gran carencia, el no poder conocer cómo sucedían realmente las cosas, por que queríamos ayudar.
- Con la asunción de Benedicto XVI ¿Cómo ve el futuro de la iglesia?
- Es una persona tradicionalista y conservadora, que puede o no seguir la tarea de Juan Pablo II, pero el papa no es toda la iglesia. Y eso todos lo saben.
- Para finalizar, ¿podría hablar de su participación en la Casa Puente Afectivo?
- Lamentablemente no puedo asistir todos los días, pero los visito y ayudo desde que Marcelino Altamirano puso el proyecto en marcha. Tienen entre 12 y 15 chicos, a los que se atiende y asiste en todo momento.
Antes la “casita” tenía domicilio en Guaymallén, pero gracias a donaciones y el aporte de la destilería de Luján de Cuyo, ahora tiene un mobiliario propio en 60 Granaderos y Pedro Vargas de Maipú.
Andrea Cazorla
Departamento de Sociedad y Movimientos Sociales