Las elecciones en el Conicet han definido las ternas y es ahora decisión del Presidente designar los nuevos miembros para renovar el Directorio del organismo. En el área de Ciencias Biológicas y de la Salud, sobre 1286 votantes hubo 729 votos totales y sufragaron 565 votantes (57 por ciento). Además hubo 116 sobres que fueron anulados por omitir el remitente. Dicho esto, es necesario compartir algunas consideraciones técnicas y políticas. El procedimiento de votar ternas debe ser revisado. Es incongruente votar diferentes candidatos que expresan propuestas distintas o antagónicas. Lo lógico sería que se votara un solo candidato y que de la suma de votos de cada uno surgiera la terna a ser elevada. Las dificultades observadas, como votos anulados por haber votado a dos candidatos de la misma región, pudieron haber sido atenuadas con el voto electrónico largamente pospuesto. En el plano político, analizando los votos únicos y de primer candidato y las propuestas hechas públicas por los candidatos, se desprende que el 73 por ciento (208 votos del primero y 204 del segundo, 37 y 36 por ciento, respectivamente) no eligió propuestas que incluyeran diagnósticos y objetivos a cumplir. Ante la posibilidad de resignificar la institución, revisar la forma de conducción, modernizar la carrera y, en particular, depurar integralmente los mecanismos de evaluación, se prefirió apostar a la continuidad y a la preservación del statu quo, en una suerte de reacción visceral que una vez más pulverizó diferencias ideológicas entre el conservadurismo y un “progresismo” que se vaporiza con la expansión de su doble discurso. Este rechazo es una fotografía insoslayable de la débil voluntad de cambio que impera en la comunidad científica, más allá de “posturas” ideológicas. Además, la pretensión de sumar los 204 votos del segundo candidato con los 153 votos nuestros, para significarlos como expresión de algo nuevo, es un análisis erróneo que ignora diferencias de identidades, metodologías y visiones de la realidad institucional. Nuestra convicción fue y será que los intereses sectoriales no pueden prevalecer en las instituciones del Estado argentino. Por eso, evitando la lucha con vertientes corporativas y de aparatos, contactamos como pudimos a los científicos, con una propuesta en la mano que todavía aspira a la reconstrucción de una institución que pueda “pensar la ciencia” para la sociedad. Alejandro Boero decía: “Ya no hay locos. Todos se volvieron espantosamente cuerdos”. Es obvio que el silencio de la conveniencia y el miedo le ganó al debate, y que una conciencia que se limita a la catarsis no es suficiente para impulsar el cambio institucional ineludible para sostener cualquier política. Creemos que las parcelas de nuestro saber son prisioneras de una anomia intelectual y fragmentación que pertenece al análisis político filosófico. Por eso sólo una acción organizativa de aquellos que están convencidos de que el cambio no es un capricho sino una necesidad, podrá generar el pensamiento que legue a las futuras generaciones de investigadores una institución que deje de ser instrumento de poder corporativo y pase a ser espacio del pensamiento crítico. El apoyo recibido del 27 por ciento de voluntades encolumnadas detrás de ideas de renovación, transparencia, honestidad, eficiencia y conciencia crítica es el punto de partida para recuperar al Conicet como instrumento de la política científica.
* Investigador independiente y candidato al Directorio del Conicet.