Derivado de la masificación de la matrícula universitaria y del imaginario aferrado a la idea sintetizada por mi hijo el dotor, el problema viene desde hace tiempo. Estalla a principios de cada año, con miles de estudiantes que resultan bochados en los exámenes de ingreso de diversas facultades (Córdoba, La Plata, Cuyo, Tucumán y otras), en las que funcionan más o menos abiertamente filtros para controlar la cantidad de ingresantes.
El argumento esgrimido en defensa del ingreso restringido reza que, para formar médicos con excelencia académica, es necesario que los estudiantes puedan hacer prácticas en hospitales y tener contacto real con pacientes y laboratorios. Como la infraestructura universitaria y hospitalaria es limitada (para no hablar del presupuesto), la conclusión es que hay que limitar también el ingreso, mediante un curso o examen que seleccione a los mejores.
A esas mismas razones apeló anteayer la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, cuando aprobó explicitar un cupo anual de 550 ingresantes desde 2005.
Para hacerlo sin el consentimiento de la universidad, la facultad se apoyó en la autonomía en materia de ingreso concedida por la Ley de Educación Superior a las unidades con más de 50 mil alumnos. En la resolución se argumentó que “la carrera de Medicina implica indiscutiblemente realizar una práctica intensa, destinada a que el futuro egresado adquiera las competencias, habilidades y destrezas necesarias para su ejercicio profesional”.
Hasta el ministro de Salud, Ginés González García, sentó posición en los últimos días a favor del ingreso controlado en Medicina. Su afirmación tuvo una respuesta del ministro de Educación. Daniel Filmus consideró que el Estado no debe intervenir en la regulación del ingreso, sino dejar que decidan las universidades en uso de su autonomía.
Además de las decisiones puntuales de las casas de estudios, existe una propuesta de restringir el ingreso en todas las carreras de Medicina del país. Presentado ante la Asociación de Facultades de Ciencias Médicas de la República Argentina (Afacimera), el proyecto del vicerrector de la Universidad Nacional de Tucumán, Carlos Fernández, consiste en establecer un único examen de admisión nacional, acordado por las facultades, y un curso preparatorio, voluntario y arancelado. Fue, justamente, Afacimera la que le solicitó al Ministerio de Educación su opinión sobre el tema.
La propuesta oficial se concretará en la próxima reunión de la asociación. Por eso, el diálogo con Página/12 fue off the record. “No estamos de acuerdo con las políticas de cupos”, planteó un funcionario de la cartera educativa. “Cuando nos dicen que la nueva concepción de médicos generalistas requiere intensa formación práctica, relacionada con la capacidad instalada en los hospitales, y que eso hace imposible el ingreso irrestricto, nosotros preguntamos ¿y qué pasa en la UBA? Es la universidad más grande y masiva del país, y no aplica cupos en Medicina. ¿Por qué puede? Porque tiene un Ciclo Básico Común” (CBC).
Concretamente, el ministerio planea sugerir la puesta en marcha de “ciclos generales de conocimientos básicos” para las ciencias de la salud, como primer tramo (incorporado) de las carreras. “Todas las facultades deMedicina, en Cuyo, Córdoba, Nordeste, La Plata, Tucumán, tienen capacidad de sobra para formar estudiantes desde segundo año. Pero no tienen capacidad en primer año.” La idea es que, con un ciclo general inicial coordinado, se desconcentraría el embudo centrado en el ingreso y, a la vez, se podría reorientar la matrícula a partir de los conocimientos que ganarían los alumnos. Otra idea es abrir modestas líneas de financiamiento para organizar cursos de apoyo. “Lo evidente –reconocen en Educación– es que el sistema universitario requiere mayor planificación. Si no, no va a tener capacidad para albergar a todos los estudiantes.”