–¿A qué apuntaba cuando declaró que la UBA debe hacer una autocrítica?
–Nunca hablé de autocrítica, ése fue el título que puso un diario. Lo que dije es que la UBA tendría que hacer una autorreflexión, una reflexión sobre sí misma. No pedimos que se evalúe sino que defina su proyecto institucional, porque el mundo ha sufrido grandes cambios. La UBA tiene su proyecto definido en documentos que están guardados en cajones.
–Las autoridades de la UBA consideran que las propuestas de políticas públicas para la educación superior impulsadas por su secretaría implican un avance sobre su autonomía.
–El Ministerio de Educación no define políticas universitarias sino que eso se hace de común acuerdo con las universidades autónomas, a través de fondos para programas acordados con las mismas universidades. Esta forma de trabajar fue aprobada por todas las universidades, surge de un plenario del Consejo Interuniversitario Nacional. No lo inventé yo, simplemente incorporé un método de trabajo que ya se venía utilizando. El objetivo es cambiar la relación entre el Estado y la universidad, que fue de confrontación en los años ’90, y que ahora es con un gobierno que completó el pago de los fondos adeudados, aumentó el presupuesto, respeta la autonomía, valora el aporte que la universidad puede hacer a la recuperación. Tenemos una relación de confianza con las universidades.
–Uno de los puntos criticados es que se promuevan reformas por asignación de fondos para las universidades que acepten. Para la UBA es coacción.
–El 98 por ciento del presupuesto universitario está constituido por transferencias directas a las universidades. Cuando se habla de coacción se está haciendo referencia a una parte exigua del presupuesto, que se destina a financiar cuatro programas de la secretaría: el programa de duplicación de las dedicaciones docentes exclusivas; el de articulación de la universidad con la escuela media; el programa para fomentar los ciclos comunes entre familias de carreras, y el de mejora de las carreras de Ingeniería. Los cuatro programas se refieren a puntos críticos reconocidos en un diagnóstico común con el CIN.
–Lo que temen es que sólo haya aumento presupuestario, a través de esos programas, para las instituciones que acaten las propuestas oficiales.
–Eso es probable. Pero no tienen en cuenta que el presupuesto 2005 incluirá la anualización de los incrementos salariales asignados este año por el Gobierno. Y eso, en sí mismo, es un aumento presupuestario. La UBA pasará de recibir 325 millones de pesos en este año a recibir unos 400 millones. La UBA es la universidad que más ha crecido presupuestariamente en los últimos dos años, no porque hayamos tomado esa decisión sino porque le asignamos los estímulos salariales que les correspondían a sus docentes. Esto muestra que no la discriminamos. No tenemos intenciones de confrontar con la UBA. No tenemos planes para la UBA. Nuestras propuestas la excluyen.
–¿Por qué la excluyen?
–Porque los problemas que se producen en el pasaje de la escuela a la universidad están atenuados por el Ciclo Básico Común (CBC). Los cuatro programas que estamos impulsando se refieren a temas que impactan de manera amortiguada en la UBA por el funcionamiento del CBC, que descomprime los problemas del fracaso de los estudiantes en los primeros años de carrera. Por eso la UBA no es prioridad para nosotros.
–Si la intención no es confrontar, ¿no cree que resultó contraproducente que funcionarios del Gobierno plantearan críticas?
–Es posible. También es cierto que en mi caso tuve que hacer equilibrio entre las declaraciones del ministro de Salud y nuestra propuesta.