Como ya informó Página/12, los ciclos comunes son uno de los proyectos impulsados por la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) para los próximos años, en consenso con la mayoría de las universidades: de hecho, 26 casas de estudios ya están involucradas en el desarrollo de las primeras experiencias. “Partimos de un diagnóstico compartido. En la universidad hay una alta tasa de deserción, particularmente en primer año. Casi el 87 por ciento de la matrícula se concentra en cinco grupos de carreras profesionalistas. Los planes de estudios tienen una altísima especialización en sus primeros años. Hay desvinculación entre el sector productivo y las carreras”, enumeró el titular de la SPU, al abrir en la Universidad Nacional de Quilmes el seminario que concluye hoy. Juan Carlos Pugliese fue cuidadoso. Aclaró que el ministerio hace propuestas “de común acuerdo con las universidades autónomas”.
En este caso, el propósito central de la propuesta es que familias de carreras (por ejemplo, las ingenierías, las ciencias sociales, las económicas, el área de salud) compartan un ciclo inicial de formación básica de dos años, para recién en el tercero definir la especialización (por ejemplo, ingeniería industrial, electrónica, química, naval). ¿Cuáles son los objetivos de los CGCB? Por un lado, dar oportunidades de acceso equivalentes y desconcentrar el ingreso (podrían, incluso, crearse sedes para dar los ciclos en localidades sin universidades). Por otro, brindar una formación general mediante “un proceso de enseñanza-aprendizaje especializado en la incorporación de los alumnos en la vida universitaria”, con “un ambiente que los contenga” y con docentes capacitados en la problemática del ingreso y la retención, según detalló Victoria Guerrini, de la SPU, cuando presentó la propuesta oficial.
Los CGCB servirían para enfrentar “la deserción producida por elecciones vocacionales apresuradas o muy tempranas, al posponer dos años la elección”, y también para “permitir la movilidad de los estudiantes entre instituciones y carreras”. En ese sentido, los ciclos flexibilizarían los diseños curriculares actuales (“excesivamente rígidos”), fomentarían la cooperación entre instituciones y el aprovechamiento de las riquezas de cada una. El riesgo implícito sería la homogeneización, que todas las universidades enseñen lo mismo. “Unificar sería bajar la calidad y opacar diferencias que enriquecen al sistema –advirtió Guerrini–. No se trata de ir hacia la homogeneidad curricular, sino que formaciones diferentes puedan ser reconocidas como equivalentes.”
El de ayer fue el primero de una serie de encuentros que buscarán estimular la discusión, con y entre las universidades, para definir las familias de carreras, los contenidos y competencias de los ciclos comunes, los perfiles docentes necesarios, las herramientas pedagógicas adecuadas y otras cuestiones clave. La propuesta de Educación es dirigir recursos a las universidades involucradas a través de contratos programas (diseño y gestión curricular, en especial), cursos de capacitación docente y becas.
“No se puede esperar magia”
- “Argentina es uno de los países con más planes de estudios y más títulos de grado... O hemos descubierto más especialidades, y eso debería demostrarse en nuestra economía y desarrollo social. Pero no parece ser así. O aceptamos diferentes trayectos para lograr formaciones equivalentes. Pero esto se ve refutado por planes de estudios demasiado rígidos”, dijo Carlos Pérez Rasetti, asesor de la SPU y profesor de la Universidad de la Patagonia Austral. Planteó que los ciclos comunes deberían dar “una buena formación básica que permita la adaptabilidad” y otorgue competencias elevadas en lectoescritura e informática, formación práctica, trabajo en equipo y otros aspectos.
- “No se puede esperar magia de estos programas, porque hay factores exógenos que la universidad no puede atender”, señaló Roberto Follari, investigador de la Universidad de Cuyo. Alertó sobre un problema epistemológico: “Si los ciclos comunes están muy lejos de la carrera, pueden desmotivar a los alumnos... y generar deserción por motivos inversos. La definición de las familias de carreras no puede ser demasiado amplia, porque se volvería poco pertinente... Pero si la definición es poco amplia, sería escasa la flexibilidad que se ganaría. Esa definición debe ser académica y no burocrática”.
- “La deserción es un fenómeno complejo... no se lo puede atacar con un solo instrumento”, dijo Ana María García Fanelli, investigadora del Conicet y del Cedes. Insistió en que programas como el de los CGCB deben ser diseñados por la universidad y no por el Ministerio de Educación, cuya función debería ser generar condiciones para mejorar la calidad educativa. Y destacó que “los alumnos deben ser el centro de las políticas” y propuso encuestas para escucharlos y conocer sus problemas.