Las sirenas de los barcos, por ejemplo, las confunde. No las identifican como un peligro y chocan.
Las poblaciones de las ballenas franca austral eran cazadas hasta hace cuatro décadas y estuvieron al borde de la extinción. Se empezaron a recuperar, pero ahora enfrentan amenazas inesperadas: los barcos que navegan cerca pueden chocarlas, las gaviotas las picotean furiosamente, y unas algas microscópicas producen intoxicación y muerte en sus crías.
Con la idea de salvarlas, investigadores del Conicet y de la Fundación Vida Silvestre Argentina están armando un mapa de los sonidos que escuchan las ballenas que rondan las costas de Puerto Madryn y Península Valdés, en la provincia de Chubut. "Comenzamos a identificar los riesgos que están afectando a las 1.400 ballenas que se acercan entre junio y diciembre para que se puedan tomar mejores medidas de protección", explicó a Clarín Marcelo Bertellotti, doctor en biología e investigador del Conicet en el Centro Nacional Patagónico (CENPAT).
Las ballenas se acercan a la costa para tener sus crías y alimentarse. Pero esos momentos tan tiernos que más de 100.000 turistas ven cada temporada están siendo trastocados como consecuencias de las actividades humanas. El 9 de julio del año pasado, un barco de la Armada Argentina chocó contra una ballena y la mató.
"Es que la población de ballenas aumentó tanto como la presencia de los barcos y hay más posibilidades de que se produzcan accidentes", señaló Daniel Pérez, licenciado en biología e investigador asociado de la Fundación Vida Silvestre Argentina.
Bertollotti y Pérez, con un equipo de becarios del Conicet y estudiantes de la Universidad Nacional de la Patagonia y el patrocinio de la empresa Aluar, pusieron en marcha ahora la construcción del mapa de los sonidos.
Las ballenas escuchan los ruidos que vienen de la ciudad de Puerto Madryn y Puerto Pirámide, en la península Valdés, y también los que derivan de las decenas de barcos que se mueven en la zona. "Estamos grabando los sonidos para desarrollar alarmas que puedan ser identificadas por las ballenas", explicó Bertellotti.
Al sonar la alarma, las ballenas podrían darse cuenta que un barco se aproxima y se evitarían las colisiones. Para armar el mapa de los sonidos, los científicos cuentan también con el apoyo del laboratorio de sonidos antisubmarinos de la Armada.
Las otras amenazas para los enormes mamíferos marinos son las gaviotas cocineras, cuya población creció un 300% en 20 años. Es que se vieron favorecidas porque encontraron fácilmente la comida tras el aumento de los basurales y los descartes pesqueros tanto en el mar como en la tierra. Así, más gaviotas picotean y producen serias lesiones en la piel de las ballenas, que desencadenan infecciones virales y bacterianas. Estos problemas de salud están siendo estudiados con la colaboración de científicos del Instituto Malbrán en Buenos Aires.
Por si fuera poco, los más chiquitos también enfrentan problemas. El año pasado, 100 ballenatos murieron cerca de Puerto Madryn. Con expertos de la Junta de Andalucía y de la Universidad Complutense de Madrid, los científicos están también averiguando la causa de esa mortandad, que se había dado en otras oportunidades.
"La hipótesis es que los ballenatos se estarían intoxicando con la leche de sus mamás. Esa leche contendría sustancias tóxicas provenientes de algas microscópicas o fitoplancton". Es probable que el aumento de las temperaturas haya disparado la floración de las algas.
Bertellotti consideró que hay soluciones. "Muchos de los problemas se pueden arreglar con responsabilidad ambiental. Es indispensable hacer el saneamiento de las gaviotas, que se convirtieron en plagas. Los dispositivos con alarmas podrían evitar las colisiones entre barcos y ballenas". Pero el problema de las algas aún requiere más estudio para aclarar la solución.
Un animal que nada muy lento
La población de la ballena franca austral fue casi extinguida por la caza descontrolada cerca de la costa de Chubut. Las capturas terminaron oficialmente en 1948, aunque barcos rusos siguieron cazando en los años 70, según el biólogo Marcelo Bertellotti. Como es un animal que nada lento, siempre fue muy fácil de cazar. Se obtenían 7200 litros de aceite por cada individuo. Justamente, su nombre en inglés significa "right whale" o la "ballena correcta para cazar".
Ahora, la población se está recuperando a una tasa de crecimiento del 7% anual. Se calcula que podrían existir 7.000 ejemplares de esta especie en el mundo. Habitan en Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia y la Argentina.
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22 de noviembre de 2024