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Privatizar el poder

A lo largo de las últimas décadas, y en los 90 como vedette, las privatizaciones de corte neoliberal han sido “nuestra” moneda corriente. Cabe señalar que, ante todo, lo primero que privatizamos fue el poder. Las desventuras de un país, hoy más que nunca, “en serio”.

01 de julio de 2004, 10:21.

La editorial del diario Los Andes del viernes 25 de junio, está dedicada al papel que tiene que cumplir el Estado en cuanto a la renegociación de los contratos de las empresas privadas de la provincia.

Alude que es el momento de trabajar, de una vez por todas, a favor del interés del usuario. Apuntando, además, la sospecha ante el supuesto intento, por parte de las empresas, de influir en las decisiones políticas de la provincia; dado al peso que tienen las entidades de servicios públicos frente al poder político.

El pasado jueves 24, en la sección economía, página 7 del mencionado matutino, se da la noticia de que una alianza conformada por José Angulo, Jacques Matas y Omar Alvares pretenden adquirir acciones de Electricité de France y controlar Edemsa, pero con la colaboración monetaria de un socio extranjero que aporte el capital restante.

En la pasada década, se privatizaron en Argentina el agua, la energía, las comunicaciones, el transporte, la química, la petroquímica, el acero y los bancos de desarrollo. Entre 1993 y 2000, las 200 mayores empresas de país generaron utilidades por cerca de 28.500 millones de dólares, de los cuales el 57% correspondió a empresas privatizadas; el promedio anual de la tasa de ganancia de estas empresas fue del 10,4% y el de las no vinculadas a las privatizaciones del 1,1%.

Frente al dictamen de que por naturaleza el Estado no sabe administrar, sólo hace falta “rememorar” los acontecimientos de la actual crisis energética; para no ir más atrás y acordarse del petróleo, los trenes, las inalcanzables tarifas y los bancos que se quedaron con los dólares.

Para redundar ¿qué compran las empresas cuando compran? Compran poder, poder político. El poder les da acceso absoluto a las más incoherentes y ridículas peticiones. ¿Por qué? Porque el control financiero otorga el dominio. Y el dominio en cualquiera de sus facetas, siempre es rentable.

La editorial de Los Andes cierra diciendo que está en manos de los dirigentes mendocinos la última palabra, “ o son capaces de intervenir fijando las estrategias o sino las estrategias serán fijadas por los peores intereses”.

Cabe preguntarse, en tal caso, si son capaces de denunciarlos o si el silencio será pautado por los peores intereses.

Entonces, no le pidamos a Angulo, Matas, Álvarez y “compañía” lo que no es parte de su esencia.

“Abrimos las fronteras porque no somos proteccionistas; privatizamos porque abrimos las fronteras; sacrificamos puestos de trabajo o servicios públicos porque privatizamos” (Serge Halimi, Le Monde Diplomatique, 2004).

Ezequiel Derhun ezequielderhun@hotmail.com

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