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Prueba de concepto

Será por las condiciones enloquecidamente cambiantes de nuestra vida institucional, por las vulnerabilidades propias de todo país emergente o por un estilo veleidoso que poco bien nos hace; la verdad es que en el país no abundan los proyectos de largo aliento, ni en el sector público ni en la esfera privada.

Tal vez por eso, el "tambo farmacéutico" que desde hace una década desarrolla BioSidus es, entre otros logros, una valiosa prueba de concepto.

Creada hace un par de décadas, con la participación de un importante grupo de investigadores del Conicet y de la Universidad de Buenos Aires, la compañía comenzó instalando laboratorios de cultivos celulares, de ingeniería genética y purificación de proteínas. En 1990, llegó al mercado con la eritropoyetina humana recombinante obtenida por fermentación de bacterias, y de allí en adelante apostó a fondo a la integración de la ciencia y la tecnología para el desarrollo de sus productos. Hoy exporta a casi 30 países, se autofinancia y reinvierte en proyectos que están en la frontera del conocimiento.

El ministro de Ciencia y Tecnología, doctor Lino Barañao, suele repetir que la investigación local debería "pasteurizarse"; es decir que -tal como Pasteur sentó las bases de la microbiología y la bioquímica modernas mientras desarrollaba la técnica para atenuar la virulencia de microorganismos patógenos que dio lugar a las vacunas, obtenía inmunizaciones contra la rabia, el cólera de los pollos y la erisipela del cerdo- nuestros científicos deberían hacer "ciencia básica inspirada en el uso".

Pero de poco servirá un "cambio de hábitos" entre los investigadores, si los empresarios no acompañan este giro de 180 grados. Se buscan gestores tecnológicos. Ejemplos como éste muestran que los dividendos son prometedores. Y que, incluso en la Argentina, se puede.

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