Por primera vez, esa joya arquitectónica natural que es el Puente del Inca, en Mendoza, ha sido sometida a un análisis a través de la ingeniería aplicada, para analizar su comportamiento y deterioro y contribuir a los trabajos de protección y conservación.
Su estructura en forma de arco se erige sobre el río Las Cuevas, en la cordillera de los Andes, a 2700 msnm. Su origen, relacionado con procesos físicos, químicos y biológicos al mismo tiempo, ya ha sido estudiado y descripto muchas veces. Sin embargo, nunca había sido abordado desde la ingeniería como si se tratara de un puente construido por el hombre.
“El Puente del Inca está en un proceso de regresión y resulta necesario controlar y evaluar este delicado equilibrio, para que la integridad del puente no corra peligro”, dice Esteban Lannutti, ingeniero electrónico que dedicó su doctorado a este análisis estructural del monumento.
Lannutti utilizó una serie de técnicas agrupadas bajo la sigla SHM (Structural Health Monitoring) para estudiar el comportamiento y deterioro del puente. “Es un método no destructivo de detección y evaluación de estructuras que utiliza una variedad de sensores y herramientas para monitorear la respuesta estructural”, describe el Doctor del Conicet. Los estudios incluyen: Técnicas de inspección tradicional, caracterización de los flujos termales y estimación de sus tasas de acreción/erosión, Georadar y GPS para estudiar la estructura interna del puente y medir sus deformaciones superficiales, ensayos de materiales para determinar los parámetros mecánicos del material travertínico, modelo numérico estructural mediante el Método de Elementos Finitos y mediciones de vibración ambiental.
Más allá de que el trabajo aún no concluye, Lannutti ya ha podido establecer algunas conclusiones sobre el estado del Puente del Inca. “El cálculo revela que el puente no sufre grandes tensiones y deformaciones y que ninguno de sus segmentos tiene un factor de seguridad menor a la unidad, por lo que la estructura es estable frente a su propio peso”, asegura en su informe final de doctorado. Sin embargo, advierte que “en la parte superior del arco, las tensiones y deformaciones resultaron significativas y existen zonas donde el factor de seguridad es muy cercana a la unidad”.
Hay que tener en cuenta que el monumento está en proceso de regresión, esto es, en erosión natural continua. Es un puente que se formó de forma natural con los depósitos de travertino que surgen de las aguas termales de la zona. Esto se logra a través de un proceso muy particular que es químico, físico y biológico a la vez. En este proceso también actúan algas que en su proceso de fotosíntesis ayudan a la formación del puente”, explica el ingeniero.
En su investigación Lannutti encontró unos 23 puentes naturales similares alrededor del mundo, llamados Yerköprü (Puente de Tierra en Turco), todos diferentes aunque con características comunes: “Tiene que haber deposición de travertino producida por la surgencia de aguas termales en valles estrechos, por donde circulan ríos turbulentos más caudalosos que el agua termal, que imprimen un arco sobre la parte baja de la geoforma”, amplía.
¿Cuándo se formó el Puente del Inca? Como ha sido muy llamativo siempre, el primero que lo describe es Charles Darwin cuando visita Mendoza. “Él ya plantea una teoría sobre su formación, pero hay otras de distintos autores –aclara Lannutti-. La última, que es la que yo veo más fehaciente, es la que plantea Fauqué en el 2009. El autor explica que la génesis está asociada a los grandes flujos que se depositaron en el valle del río Cuevas, proveniente de los mega-deslizamientos de la pared Sur del Aconcagua, los cuales provocaron represamientos que favorecieron localmente a la cementación del material a partir de las aguas termominerales”.
Luego, como detalla el ingeniero, el río Cuevas erosionó el depósito en forma regresiva y cuando se encontró con esa costra (que es mucho más resistente), quedó formado el arco. En esta teoría, El proceso de formación habría comenzado hace aproximadamente 14 mil años, con el inicio de la cementación de los depósitos y la apertura del arco que conforma al puente hace aproximadamente 8 mil años, por la acción de la onda erosiva retrocedente del río Cuevas, “que no es nada en geología”, advierte Lannutti.
Como el arco del puente se sigue erosionando (por eso se habla de que está en regresión), va perdiendo masa y se va debilitando. Entonces, ¿podría colapsar? “Posiblemente, pero es un factor natural, por eso la discusión es si hay que intervenir o no”, dice el investigador.
Lo que sí está claro es que habría que hacer más eficiente la irrigación termal modificando la obra que se hizo en la zona cuando se instalaron los baños termales a comienzos del siglo XX. “Cuando los ingleses instalaron los baños termales del hotel, toda la infraestructura que se ve hoy, ellos canalizaron el agua termal para llevarla a los baños y que los turistas pudiesen bañarse, entonces alteraron el proceso natural. Pero además, ellos usaban el puente para transitar hacia el hotel, desviaron el agua por debajo y nunca se irrigó la parte alta, por lo que se fue perdiendo depósito en la parte superior”, diagnostica Lannutti.
Es que el puente depende de un precario equilibrio: mientras va perdiendo masa en la parte baja por el proceso erosivo del río Cuevas, en la parte alta va ganando por el agua termal que va depositando el travertino. Sin embargo, la fuente que irriga esa zona, llamada “copa de champán”, ha cambiado su caudal mayormente porque al desviarse mucha agua hacia la parte baja llega muy poca arriba. “Antes, cuando no estaban los baños, en las fotos se ve que todo el riego iba a la parte alta. Entonces hay que llevar más agua arriba, tratar de regular la salida que tienen las cañerías”.
Es decir que el Puente del Inca viene sufriendo un doble proceso regresivo: uno natural y otro antrópico (por la mano del hombre). Y ahí es donde llega el aporte de Lannutti para intervenir y ayudar a su conservación. “La mayoría de los autores que han estudiado el puente han dicho que hay que irrigarlo para mitigar la erosión. Pero con mis ensayos descubrimos que cuando vos lo irrigás suceden dos cosas desfavorables: primero, como es muy poroso el material (travertino), queda el agua retenida y le agrega muchísimo carga al puente. Por otro lado, la resistencia que tiene el material naturalmente pierde un 40%. Es decir, al estar mojado pierde resistencia y se pone más pesado, por lo tanto pierde estabilidad”.
Desde la ingeniería, Lannutti explica que la estabilidad de un puente realizado por el hombre es evaluada teniendo factores de seguridad que, cuando son cercanas a 1, está al límite de una fractura. “Y el Puente del Inca está muy cercano a 1”, agrega.
En su modelo, marcó cuáles son las zonas más vulnerables del puente: “Descubrí que en el proceso erosivo lo que más se va erosionando son los estribos y la parte baja del arco. Si se riegan esos estribos, el puente se haría más robusto sin perjudicar su estabilidad. Sin embargo, el problema es regar la parte más fina, la del medio”.
Esta es la “receta” que sugiere Lannutti para salvar al puente. “Yo creo que el puente no está en riesgo de colapso a corto plazo pero sí hay que administrar bien el agua termal. Al menos llevarlo a condiciones similares a las iniciales que tenía antes que existieran los baños.