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Relato de un secuestro

“Lo primero es pensar una forma más equitativa de repartir la riqueza” afirmó en exclusivo para Agencia Taller, el joven secuestrado durante cinco horas en Mendoza. Liberado por su madre, habló de la negligencia en el accionar policial “a mí aún nadie me ha dado ninguna explicación de por qué no actuaron las personas entendidas en este tipo de hechos, si es que las hay”.

11 de junio de 2005, 21:49.

A las 4 de la mañana del  domingo 5 de junio, Matías (el nombre es ficticio) de 22 años, fue sorprendido por tres menores en calle Ejército de Los Andes de Dorrego. Minutos antes había salido de una  estación de servicio ubicada en la esquina de calle Morón y Costanera de Ciudad, donde había tomado una gaseosa con amigos.

Matías dijo a Agencia Taller “que nunca sospechó nada. Cuando venían los chicos me cruzo de vereda pero me alcanzaron. Me pidieron que les entregara todo lo que tenía y les di 2 pesos, un paquete de mentitas y el celular. Cuando ven que el aparato tiene pantalla color  se les ocurre, sobre la marcha, el secuestro. Me golpearon un poco y empezamos a caminar”.

-  ¿Cuánto pedían de rescate?

-  En principio pedían 3.000 pesos de rescate y yo les dije que si querían esa plata que me voltearan porque mi familia no lo iba a poder conseguir. Finalmente llegamos a 500. En todo momento supe llevar la situación y entender cómo pensaban ellos porque conocía de criminología ya que estudio policía científica y he tenido materias como criminalista, identificación humana, cosa que me ayudó bastante para el identikit y el reconocimiento de las armas.

-  ¿Cómo te llevan hasta el Barrio “La Gloria”?

-  Caminando. Prácticamente estuve una hora y media caminando con la cabeza mirando al suelo. Sé que eran  menores porque pude verles las caras cuando me ponen el arma en la boca. Después llegamos al barrio y me hacen llamar a mi casa para pedir el rescate desde mi celular. Ahí dije que estaba secuestrado, que me habían llevado en un auto y que me tenían 9 chicos. En realidad dije lo que me hacían decir ellos.

-  ¿Notaste organización en la forma de actuar de ellos?

-  El mecanismo lo tenían claro. Ellos me dijeron que ya habían hecho otros secuestros antes, aunque la policía me dijo que mi caso fue el primero en Mendoza. Sí noté que estaban muy nerviosos. Sobre todo cuando pasó cerca nuestro un auto de policía se alteraron bastante y yo trataba de tranquilizarlos diciéndoles que todo iba a salir bien. Trataba de entender cómo piensan. Sé que no son ni buenos ni malos, simplemente que les tocó nacer en una realidad diferente a la mía.

-  ¿Cómo se resuelve el rescate?

-  Tenían que llevar los $500 a la pasarela entre los barrios Huarpes y La Gloria. Como se les ocurrió que era poco, pidieron una video cassettera, amenazando a mis padres que iban a encontrar a su hijo en una bolsa de residuo sino se apuraban. El primer llamado se hizo a las 6.00 horas y el rescate se produjo a las 9.00 cuando mi mamá entrega la plata a uno de ellos, mientras otro me libera. En el inicio de la caminata me habían prometido que de recuerdo del secuestro me iban a pegar un balazo en la rodilla. Al parecer, uno de los dos lo iba a hacer, pero finalmente se fueron. Luego me llevaron al Hospital Central donde me detectan traumatismo de cráneo. Después fui a declarar a investigaciones.

-  ¿Cómo se entera la policía?

-  Por el tumulto de gente en mi casa percibió que algo extraño pasaba. No llamaron inmediatamente a la (Policía) Federal, demoraron 2 horas. Incluso la policía no vino a mi casa. Cuando yo llamaba por teléfono, era mi papá quien se iba a la comisaría a dar aviso de lo que estaba pasando. En la comisaría le decían que tenía que estirar el secuestro porque aún no habían órdenes superiores. Y las 3 horas que estuve esperando el arreglo, no pudieron coordinar nada desde la Federal. En toda esa burocracia tampoco se podía despertar a ningún juez para que diera alguna autorización y fuera al rescate alguien que no fuera mi mamá. Finalmente terminó llevando el rescate ella.

El joven lamentó que nunca su madre hubiese recibido ayuda psicológica o un mediador que facilitara la situación. “Fue tan improvisado el rescate como el  secuestro mismo y a mí aún nadie me ha dado ninguna explicación de por qué no actuaron las personas entendidas en este tipo de hechos, si es que las hay”.

-  ¿Pediste las explicaciones?

-  Sí, por supuesto. Yo no quería reconocer a los secuestradores, porque de la misma manera que no fueron capaces de hacer algo en el momento del secuestro, mucho menos iban a ser capaces de hacer algo después para protegerme. Lo único que me aclararon es que cuando mi mama me rescataba, la policía estaba a 700 metros del lugar.

-  ¿Cómo sigue ahora todo para vos?

-  Uno cuando sale a la calle y está nublado sabe que puede llover. Aún así sale igual y capaz que llueve. Bueno, con la delincuencia pasa lo mismo: uno sale a la calle y no sabe qué puede pasar. Y soy consciente que esto me puede volver a pasar. Estoy tranquilo, con custodia las 24 horas, ayuda psicológica porque las manos no me responden con la misma precisión que antes, me cuesta escribir y tocar la guitarra. Debo reconocer que después del rescate ha sido muy buena la atención que he recibido.

-  ¿Por qué crees que pasa esto?

-  Es un problema muy de fondo, que es la mala distribución de la riqueza. Considero que hay que hacer algo a corto plazo, buscar una forma de reintegrarlos a la sociedad, aunque se les dé la posibilidad de trabajar, no lo harían. Es un problema cultural. También es un problema de leyes y ya no hay lugar para meter más gente. Lo importante es contener a los que van en camino antes de que empiecen a delinquir. Lo primero es pensar una forma más equitativa de repartir la riqueza y lo segundo es buscar algún espacio para contenerlos.

Departamento de Política

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