Esta problemática es portadora de diferentes significados para las diversas culturas. En la cultura occidental es vista como sacrílega o tabú. En Oriente lo consideran una forma honorable de inmolarse. Lo cierto es que en el planeta se suicidan 850 mil personas, una cada 40 segundos.
En las últimas décadas, las diversas transformaciones sufridas en el mundo, más la crisis en las estructuras sociales y económicas, aumentaron este fenómeno. Argentina no es la excepción, los datos manejados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) dan cuenta que los adolescentes entre 15 y 19 años son propensos al suicidio. Debido a los cambios y al malestar que produce enfrentarse al mundo con una mirada y presiones distintas.
El suicidio, para muchos psicólogos, constituye la salida de un laberinto de conflictos, imposibles de resolver cuyo desenlace, en palabras de Freud, sería la destrucción del propio yo, del propio agente por sí mismo.
A veces se puede identificar signos de alerta pero en la mayoría de los casos son inesperados. La voluntad de quitarse la vida no responde en todos los casos a los mismos factores. Algunos están vinculados con las presiones, la asfixia del sujeto u otros de la misma índole.
Este fenómeno no corresponde a una clase determinada. Son numerosos los suicidios de famosos mediáticos, entre ellos el más reciente de Juan Castro, conocido conductor de la TV argentina.
Se han creado numerosos métodos para evitarlos, entre ellos los 0800, centros de ayuda al suicida diseminados por el país. Todos cuentan con consejeros preparados para mediar con los posibles suicidas.
A pesar de esto, siguen existiendo individuos con voluntad de morir. Cortando el transcurso de su vida por las presiones diarias, abandonos, decepciones o por la insatisfacción que le causa vivir sin el adrenalínico despertar de todos los días.
Verónica Zabala
Departamento de Sociedad y Movimientos Sociales