Las películas “de venganza” están a la orden del día. El ajuste de cuentas es uno de los motores narrativos más poderosos que existe, existieron y existirán jamás. Las dos entregas de “Kill Bill” junto al último filme dirigido por Kevin Costner, “Pacto de justicia”, así lo demuestran. Claro que el tema central es lo único que comparten y no podrían ser más distintas entre ellas. El exceso visual y musical de Tarantino encuentra su contrapartida en el ascetismo y la parsimonia de Costner. Si el director de Pulp Fiction usa como sustento de su filme las películas orientales de artes marciales y los Spaghetti western de Leone o Corbucci el creador de Danza con lobos elige los westerns de Howard Hawks y John Ford. Dar en el blanco mediante opciones estéticas radicalmente opuestas.
Para terminar de contextualizar este muy buen filme de Costner es útil ponerlo cara a cara con la última producción de otro actor carismático e icono del cine norteamericano de la década pasada devenido director: Mel Gibson. Si bien la obra de ambos directores se encarriló por los senderos del cine de género, difieren, entre otras cosas, en el tono elegido por cada uno de ellos. Y esto queda en evidencia cuando contrastamos la estridencia tramposa y el show de golpes bajos de “La pasión de Cristo” (por que lo son independientemente de que el que los sufra sea el hijo de Dios) con la melancolía, la sencillez y la honradez de “Pacto de justicia”. El éxito de taquilla de la primera y el fracaso de la segunda es la consecuencia de estas opciones estéticas y morales.
Después de la fallida experiencia de “El mensajero” Kevin se puso en forma y dio a luz a un gran filme. La historia de dos ganaderos “freelance”, Charlie Waite (el propio Costner) y “boss” spearman (magistral Robert Duvall) enfrentados con un gran empresario del ganado que representa el poder económico del pueblo es la excusa para que el director americano despliegue su visión romántica del mundo dentro de las reglas de juego del western crepuscular.
Con una gran muestra de progresión narrativa este western nos cuenta la concreción de la venganza de este par de hoscos aventureros de las praderas por el asesinato de uno de sus amigos, del perro de Charlie y la golpiza del protegido de ambos (Diego Luna) otro de ellos de parte de matones del “dueño” del pueblo Denton Baxter. Lento, pausado y casi sin fallas (excepto quizás por algunos minutos de más en la coda) avanza la historia de los últimos héroes norteamericanos. Y sí que son los últimos. Y lo saben.
Boss es el más sabio de los dos. Está algo cansado de que su techo sea el cielo abierto y está pensando en comprar un “saloon” para establecerse. Es un tipo de palabra, defiende a los suyos, paga lo que toma y no está dispuesto a traicionar sus ideales por nada. Charlie es el más parco de los dos y tiene un terrible pasado que redimir. Ve en los ojos de Sue (Annette Bening) un futuro lugar de descanso pero no por eso está dispuesto a dejar ningún cabo suelto. El humor que destila el filme proviene de la interacción de estos dos Cowboys y entre ellos y su entorno. Dos tipos tan diferentes como parecidos. Dos tipos tan duros por fuera como sensibles por dentro. La sonrisa del público como sana aceptación de la complejidad humana.
El choque de “visiones morales” se hace patente. Charlie y Boss son personajes “redondos” – un acierto no menor de Costner- con un pasado no muy transparente pero que creen en ese viejo ideal humanista como es la libertad individual (y de empresa, vale agregar). Baxter cree en el sometimiento al capital, el monopolio y la propiedad privada. Cuando este ser oscuro quiere imponer su ley a nuestros amigos – como lo hace con todo el pueblo – las cosas se complican y los dilemas se resuelve a punta de pistola (las de vaqueros son así). La fe en el género humano prevalece y ganan los que lo merecen. Y tienen mejor puntería.
Con la seguridad que da contar con un buen guión, una correcta galería de personajes (los secundarios están tan cuidados como los protagónicos) y la ayuda de la imponente pradera como escenario natural de fondo Costner se da el lujo de filmar una gran película a contramano del gusto de la época. Una gesta heroica en una época de mercaderes. Románticos que no ven otra salida que recurrir a la violencia como único modo de llegar a un remanso. El descanso del héroe a la hora del té. La recompensa viene en tazas de porcelana.
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1 de noviembre de 2024