Entre la multiplicidad de acciones de carácter psicológico y físico susceptibles de ser realizadas por el hombre, el representar algo o alguien, es una de las más importantes y complejas. El "hacer de" es una constante de los juegos infantiles: con técnica primitiva y sencilla el niño se ve ser, y se ve vivir, ensaya la sociabilidad, reconoce la existencia del otro, de otros y fundamentalmente, juega, obtiene una diversión para su espíritu y una ocupación física. Esto todavía no es arte dramático ni arte escénico, son los elementos en bruto, de lo que más tarde, racionalizado, culturalizado, atento a normas y pendiente de instituciones, será el teatro.
En el pensamiento humano todo tiende a la representación: las imágenes se motorizan. Cuando en este realizarse el material es el ser humano vivo, entramos en los dominios teatrales.
El teatro es un arte en cuanto se sujeta a unas normas expresivas. Pero, además, es un modo de conocer una realidad humana social, que no es estática sino cambiante, en progreso, dialéctica. El teatro nos puede dar a conocer no el mundo de las cosas inertes, sino el mundo de las razones de las cosas. El teatro no es una sucesión de hechos, sino una teoría, si se quiere, hasta filosófica de estos hechos.
Precisa de un espectador con el que dialoga. El espectador de teatro, a diferencia del espectador de cualquier otra actividad artística, es solicitado para dialogar, y expone sus razones mediante la aprobación, la desaprobación o el comentario crítico.
En Mendoza contamos con un enorme potencial para ser unos de los polos teatrales de la República Argentina; pero aún así nos falta mucho tiempo y trabajo para equiparar lo producido en los otros centros culturales del país.
A menudo vemos como obras provenientes de Buenos Aires arriban a la provincia para tener de inmediato un éxito indiscutible, mientras vemos todos los fines de semana a nuestros actores representar con las salas a la mitad de su capacidad, que por cierto es poca.
¿Que nos pasa?, No queremos dialogar con esos niños que maduraron y comenzaron representar con oficio y talento magistrales obras.
La excusa para faltar a la cita que nos proponen nuestros artistas, podría ser, la situación económica, la condiciones de las salas o la calidad de las obras, pero en realidad no tenemos pretexto que resista el menor análisis.
Las entradas a las obras teatrales Mendocinas son de carácter popular, con unos pocos pesos podemos ser testigos de obras maestras. Las salas, si bien no tienen la capacidad de los teatros porteños, son confortables y acordes al público que asiste a ellas.
¿Hemos comparado el teatro porteño, con el teatro made in Mendoza?, si hiciéramos esto nos daríamos cuenta que algunas de nuestras obras son representadas con mayor calidad artística que la mayoría de las obras que provienen con todas las luces de la gran metrópolis.
Por último el teatro de Mendoza nos convida con una dosis de realidad mendocina, algunos nos hablan de amores mendocinos, otras de arte mendocino, otras de humor mendocino. Nos representan tal cual somos, y quizás sea esa una de las razones por la cual no asistimos a nuestras salas de teatro.
Culpamos el escaso capital invertido en las obras y dejamos de lado el capital artístico que conllevan. Nuestras obras están culturalizadas; conocen nuestros códigos, saben de nuestra actitud conservadora, de nuestro lenguaje y de nuestras expresiones y experiencias.
Mientras permanezcamos indiferentes Mendoza seguirá importando espejitos de colores, y nuestros artistas seguirán en la sala espera, para conversar con un público que todavía no sabe que están ahí.
Darío Zogbi
zogbirito@hotmail.com
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1 de noviembre de 2024