Clemente nació como un personaje secundario en la tira del diario Clarín "Bartolo el maquinista" en el año 1973. La historieta se trataba de un conductor de un tranvía llamado Bartolo que recorría Buenos Aires, con su mascota, Clemente. En esas primeras aventuras el tranvía se movía como loco por las calles porteñas.
Clemente, en un tiempo corto, fue convirtiéndose en el protagonista de la historieta, sacándole el lugar a Bartolo. Esté desapareció con su tranvía y Clemente inició una nueva etapa, una nueva tira, donde él era el protagonista y crítico de la realidad socio-económica argentina. Amante de las "minas" y el fútbol, con el tiempo se haría más adulto, más canchero, y de vez en cuando volvería a visitar los zócalos de la nostalgia barrial.
Caloi (Carlos Loiseau), su creador, cuenta que en esa primer etapa la idea de Bartolo y su tranvía era hacer una especie de payada diaria, que con el tiempo representó mejor Clemente hasta sacar de la escena a ese conductor del tranvía.
Clemente y sus rayas negras y amarillas fue creciendo en décadas muy convulsionadas, en la dictadura asesina de finales de los 70, se le hizo difícil comentar acerca de la realidad del país, entonces Caloi trato de desarrollar la vida interna del personaje, mostrando su idiosincrasia barrial, y comentando sobre todo la actualidad futbolística más que la problemática social y política. Durante esa etapa se supo que Clemente era hincha de Boca y soñaba con convertir un gol en la mítica Bombonera, y luego en el Mundial 78 tomo muchísima repercusión por su mayor identificación con la camiseta de todos los hinchas del fútbol local, la argentina.
Con la llegada de la democracia en el 83, Clemente creció poco a poco hasta transformarse en una especie de inconsciente colectivo, siempre reflexionando acerca de las cosas que joroban la vida cotidiana de los argentinos, haciendo comentarios ácidos acerca del Indulto, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, las privatizaciones, el FMI, etc.Desde la etapa de la democracia y de ahí en adelante suele vérselo leyendo el diario, charlando con su hijo Jacinto, admirando las curvas de la Mulatona, recurriendo al psicoanálisis, o rodeado de otros ilustres personajes.
Lo cierto es que sin ser una historieta netamente política, pero siempre rozándola, Clemente se ha convertido en un gran representante de las opiniones, aspiraciones, miedos y frustraciones de la mayor parte de los argentinos. Así que tiren papelitos porque aunque no tenga 70 años cómo el Pato Donald, tiene 31 años, pero 31 años argentinos.
Luis Vigazzola
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