Recientemente, la UBA aceptó por mayoría que la asignación interna de sus recursos se asocie exclusivamente a las matrículas de las carreras, lo que desconoce las necesidades de la enseñanza e investigación científica.
La historia de las universidades reconoce diversos modelos. La universidad argentina, en particular, se formó a partir del modelo de las escuelas profesionales napoleónicas, que continúa en vigencia. Su objetivo es formar profesionales con un saber eminentemente práctico y aplicado. Los docentes de este modelo conocen los avances de la ciencia y los enseñan sin participar, salvo excepciones, de la generación del conocimiento: son profesionales que dedican parte de su tiempo a la vida académica.
La Reforma Universitaria de 1918 planteó, como alternativa a la tradición napoleónica, incorporar el modelo universitario humboldtiano, basado en la investigación científica y la incorporación de sus resultados en la enseñanza. En la Universidad de Buenos Aires, este modelo fue introducido a partir del estatuto de 1958 con el impulso de profesores notables, como el caso de Rolando García. Así fue como se estableció el concepto de docente-investigador con dedicación exclusiva, los concursos abiertos y periódicos, y las estructuras académicas departamentales en contraposición a las tradicionales cátedras-feudo.
Sin embargo, la instalación completa del modelo científico quedó apenas bosquejada y, hasta la actualidad, es minoritario. Es posible encontrar una explicación a la falta de crecimiento del modelo científico-académico durante los últimos 50 años en el hecho de que las carreras profesionalistas siempre aportaron el grueso de la matrícula.
Por lo tanto, la masividad de las carreras llamadas "tradicionales" determinó el liderazgo del modelo que representan.
En contraposición con la demanda estudiantil, el motor del modelo científico son los docentes-investigadores con dedicación exclusiva, para los cuales la universidad es una parte central de sus vidas por ser su único ámbito laboral.
A diferencia de la formación práctica necesaria para el ejercicio profesional, las carreras científicas demandan conocimientos básicos profundos que, por un lado, exigen una dedicación muy intensa por parte de los alumnos y, por otro, requieren de laboratorios costosamente equipados, insumos, desarrollo de actividades de campo y bibliotecas con libros y revistas científicas permanentemente actualizadas.
En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, el modelo científico consiguió sobrevivir pese al durísimo golpe que sufrió en la Noche de los Bastones Largos y gracias al esfuerzo enorme que ha realizado la institución durante los últimos 25 años de vida democrática. Sin embargo, el riesgo de su subsistencia es cada vez más preocupante y real: recientemente, la UBA ha aceptado mayoritariamente que la asignación interna de sus recursos esté asociada exclusivamente a la matrícula de las carreras desconociendo completamente las necesidades de la enseñanza e investigación científica.
La explicación del porqué de la postergación del modelo científico-académico sería incompleta si no se considerara que la autonomía universitaria carece de una instancia de rendición de cuentas a la sociedad que financia la Universidad Pública y le da su sentido. Esa carencia entraña el riesgo de que los objetivos de la institución hacia la sociedad en su conjunto se puedan ver relegados por los intereses de los actores internos.
En medio de un marco nacional delineado por la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología y por la designación de 2008 como Año de la Enseñanza de las Ciencias, cabe preguntarse si la universidad más grande de la Argentina puede mirar para otro lado y desconocer que el país considera que necesita más científicos y tecnólogos y una sociedad alfabetizada científicamente para un desarrollo más justo y sostenido.
Ante esta realidad, que inicia el camino de la reducción del modelo científico hasta su posible extinción, consideramos válido preguntar si es posible la convivencia de los dos modelos dentro de la UBA o si, acaso, la única alternativa sea que cada modelo tenga una universidad propia.
La UNCUYO fue sede del Foro Energético Nacional
22 de noviembre de 2024