Tras ganar premios como los del Círculo de críticos de New York, y cuatro nominaciones a los Globos de Oro como Mejor filme dramático,
Mejor director (Peter Jackson), Mejor banda de sonido (Howard Shore) y Mejor
canción (Into the west, interpretado por Annie Lennox), y recaudar 250
millones de dólares desde su estreno sólo en Estados Unidos, no estamos
sólo frente a un largometraje comercial. El interés que despierta la
trilogía de El Señor de los Anillos va más allá de un éxito de taquilla
o una producción apoyada por la crítica. Es el regreso del gran
espectáculo cinematográfico con todas las letras.
El Regreso del Rey satisface a los seguidores fanáticos y deja
boquiabiertos a los desprevenidos.El imparable ritmo narrativo de las
tres horas y pico se desliza por inquietantes y cíclicos espacios de acción,
emoción y esplendor visual hasta empujar al relato hacia un
sentimentalismo romántico casi desproporcionado. Cuando el filme arranca
con los recuerdos esquizofrénicos de Smeagol-Gollum - originalmente
rodada para Las Dos Torres -, la historia consigue pronto atrapar al
espectador.
Sin embargo, mucho del hipnotismo que despierta el filme desde los
primeros minutos y permite la fascinación, la inspira sin duda la
expectación tras las dos muy bien recibidas entregas. La calidad y
sobriedad visual, el gigantesco diseño de producción de 7 años, la
elección del casting (fundamental para conseguir el apoyo del público),
y el verdadero culto alrededor de la obra fantástica del sudafricano
J.R.R. Tolkien, ahora prestigiada como género, despiertan una sed de
espectacularidad que queda inmediatamente saciada en las primeras
secuencias, y superada en la inolvidable batalla final.
La última entrega de El Señor de los Anillos se desarrolla en dos
historias paralelas; la travesía de Frodo y Sam en las tierras de Sauron
y su agotadora misión de eliminar el anillo y los intentos de los reinos
de Gondor para evitar la destrucción total de la Tierra Media. El drama
despierta en una escala progresiva, descubriéndose entre escenas de
acción y diálogos solemnes y derrotistas que definen de a poco, todas las
intrigas de la historia de los personajes principales planteadas desde
La Comunidad el Anillo. Como en las dos anteriores, los tópicos de Tolkien
se repiten; la amistad, la fragilidad del poder, la libertad y la ética
mitológica de la heráldica medieval. El clímax de tensión escala hasta
el gran enfrentamiento y se alivia luego con la conclusión de la
experiencia de una aventura desgarradora que tiene - en apariencia - más derrotas que triunfos.
El maligno Sauron decide comenzar su reinado de tinieblas y el
destino de la humanidad se situa en la fortaleza de Minis Tirith, frente
a un famélico ejército de hombres de varias regiones. Esta vez, las
imágenes de la batalla de Las Dos Torres fueron superadas.
Esta confrontación es una de las secuencias de acción más
impresionantes jamás realizadas en el cine. Basta con aclarar que se
usaron 200 mil soldados virtuales, 250 caballos, 48 mil espadas, hachas
y yelmos, 15 mil trajes, 26 mil extras, 100 locaciones, 42 maquetas, 1500
escenas de imágenes generadas por computadora y muchos tantos datos más
que derrumban con facilidad varios récords de diseño, fotografía,
dirección artística, etc. Las maquetas, los paisajes, las tomas aéreas
sobre el campo de batalla, y la capacidad innata de Peter Jackson para
deslumbrar con el montaje marcan un antes y un después. La inspirada y
melancólica partitura de Howard Shore, el impresionante montaje de
sonido y la ferocidad de las imágenes conforman un conjunto muy bien combinado de elementos para reflejar el espíritu y la épica del relato
medieval.Dragones piloteados por espíritus, un ejército de muertos,
elefantes gigantes, y 600 mil soldados en combate, dejan perplejos a los
espectadores.
Cada uno de los personajes más queridos de la trilogía consiguen
tener su espacio para lucirse, en impecables primeros planos, en escenas
de intenso dramatismo, consiguiendo trasmitir con más realismo sus
expresiones. Y a pesar de tratarse de un filme de aventuras para el gran
público, con las típicas resoluciones de timing de Hollywood en lo que
respecta a los plots narrativos, el espíritu de la obra de Tolkien,
gracias al talento de Peter Jackson, está no sólo intacto sino que
re-interpretado con elegancia y sofisticación para cinéfilos del siglo
XXI.
Quizá el epílogo, con varias y largas escenas de despedidas, desde
la coronación del rey, el regreso a la comarca y el armado de las
parejas, extiendan demasiado el desenlace, más cuando la gran tensión de la
batalla se va despresurizando lentamente al ritmo de regias muertes, abrazos de
triunfos, lágrimas de dolor, discursos poéticos y más. Sin embargo, el
nuevo año cinéfilo ya tiene un lugar para ir a festejar.
Nota: es interesante la historia del Rey de Minis Tirith y su hijo.
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1 de noviembre de 2024