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Un lugar en la historia (primera parte).

El señor de los anillos:El regreso del rey. Estados Unidos, 2003. Director: Peter Jackson; Fotografía: Lesnie Andrew;. Música: Howard Shore. Protagonistas: Elijah Wood, Sean Astin y otros . El final de la trilogía de la mano de J.R.R. Tolkien y Peter Jackson se eleva apenas por encima de las dos primeras. Deslumbrante espectáculo que marca un hito en la historia del cine. Por Pablo Pereyra

01 de marzo de 2004, 11:11.

imagen Un lugar en la historia (primera parte).
Tras ganar premios como los del Círculo de críticos de New York, y cuatro nominaciones a los Globos de Oro como Mejor filme dramático, Mejor director (Peter Jackson), Mejor banda de sonido (Howard Shore) y Mejor canción (Into the west, interpretado por Annie Lennox), y recaudar 250 millones de dólares desde su estreno sólo en Estados Unidos, no estamos sólo frente a un largometraje comercial. El interés que despierta la trilogía de El Señor de los Anillos va más allá de un éxito de taquilla o una producción apoyada por la crítica. Es el regreso del gran espectáculo cinematográfico con todas las letras.

El Regreso del Rey satisface a los seguidores fanáticos y deja boquiabiertos a los desprevenidos.El imparable ritmo narrativo de las tres horas y pico se desliza por inquietantes y cíclicos espacios de acción, emoción y esplendor visual hasta empujar al relato hacia un sentimentalismo romántico casi desproporcionado. Cuando el filme arranca con los recuerdos esquizofrénicos de Smeagol-Gollum - originalmente rodada para Las Dos Torres -, la historia consigue pronto atrapar al espectador.

Sin embargo, mucho del hipnotismo que despierta el filme desde los primeros minutos y permite la fascinación, la inspira sin duda la expectación tras las dos muy bien recibidas entregas. La calidad y sobriedad visual, el gigantesco diseño de producción de 7 años, la elección del casting (fundamental para conseguir el apoyo del público), y el verdadero culto alrededor de la obra fantástica del sudafricano J.R.R. Tolkien, ahora prestigiada como género, despiertan una sed de espectacularidad que queda inmediatamente saciada en las primeras secuencias, y superada en la inolvidable batalla final.

La última entrega de El Señor de los Anillos se desarrolla en dos historias paralelas; la travesía de Frodo y Sam en las tierras de Sauron y su agotadora misión de eliminar el anillo y los intentos de los reinos de Gondor para evitar la destrucción total de la Tierra Media. El drama despierta en una escala progresiva, descubriéndose entre escenas de acción y diálogos solemnes y derrotistas que definen de a poco, todas las intrigas de la historia de los personajes principales planteadas desde La Comunidad el Anillo. Como en las dos anteriores, los tópicos de Tolkien se repiten; la amistad, la fragilidad del poder, la libertad y la ética mitológica de la heráldica medieval. El clímax de tensión escala hasta el gran enfrentamiento y se alivia luego con la conclusión de la experiencia de una aventura desgarradora que tiene - en apariencia - más derrotas que triunfos.

El maligno Sauron decide comenzar su reinado de tinieblas y el destino de la humanidad se situa en la fortaleza de Minis Tirith, frente a un famélico ejército de hombres de varias regiones. Esta vez, las imágenes de la batalla de Las Dos Torres fueron superadas. Esta confrontación es una de las secuencias de acción más impresionantes jamás realizadas en el cine. Basta con aclarar que se usaron 200 mil soldados virtuales, 250 caballos, 48 mil espadas, hachas y yelmos, 15 mil trajes, 26 mil extras, 100 locaciones, 42 maquetas, 1500 escenas de imágenes generadas por computadora y muchos tantos datos más que derrumban con facilidad varios récords de diseño, fotografía, dirección artística, etc. Las maquetas, los paisajes, las tomas aéreas sobre el campo de batalla, y la capacidad innata de Peter Jackson para deslumbrar con el montaje marcan un antes y un después. La inspirada y melancólica partitura de Howard Shore, el impresionante montaje de sonido y la ferocidad de las imágenes conforman un conjunto muy bien combinado de elementos para reflejar el espíritu y la épica del relato medieval.Dragones piloteados por espíritus, un ejército de muertos, elefantes gigantes, y 600 mil soldados en combate, dejan perplejos a los espectadores.

Cada uno de los personajes más queridos de la trilogía consiguen tener su espacio para lucirse, en impecables primeros planos, en escenas de intenso dramatismo, consiguiendo trasmitir con más realismo sus expresiones. Y a pesar de tratarse de un filme de aventuras para el gran público, con las típicas resoluciones de timing de Hollywood en lo que respecta a los plots narrativos, el espíritu de la obra de Tolkien, gracias al talento de Peter Jackson, está no sólo intacto sino que re-interpretado con elegancia y sofisticación para cinéfilos del siglo XXI.

Quizá el epílogo, con varias y largas escenas de despedidas, desde la coronación del rey, el regreso a la comarca y el armado de las parejas, extiendan demasiado el desenlace, más cuando la gran tensión de la batalla se va despresurizando lentamente al ritmo de regias muertes, abrazos de triunfos, lágrimas de dolor, discursos poéticos y más. Sin embargo, el nuevo año cinéfilo ya tiene un lugar para ir a festejar.

Nota: es interesante la historia del Rey de Minis Tirith y su hijo.

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