Tal vez Eduardo Galeano tenía razón cuando escribió que la maldición de América Latina era la riqueza de sus suelos. Aunque esto no sería una maldición sino existieran personas (con o sin responsabilidad política o cívica o en fin: humana) que permitan explotarlos irracionalmente y que hagan oídos sordos a los reclamos.
En Argentina existen varios planes de explotación que pueden llegar a afectar negativamente el equilibrio ecológico del país e incluso pueden provocar la desaparición de varias especies tanto vegetales como animales.
El mundo del revés (o el país)
Algunos historiadores consideran que la Historia transcurre en forma lineal, siempre hacia adelante. Otros consideran que es cíclica, circular, que tiende a repetirse. Latinoamérica y principalmente nuestro país parecen darle la razón a la segunda postura.
Citando nuevamente al escritor uruguayo, desde hace varios siglos muchas zonas de América fueron explotadas para plantaciones de caña de azúcar que provocaron en poco tiempo la infertilidad de los suelos para cualquier otro tipo de plantación y el devastamiento de bosques.
Actualmente, la selva de las Yungas corre el mismo riesgo. Esta selva se extiende desde Venezuela hasta el norte de nuestro país y en ella conviven especies como la Taruca, muy parecida al venado, y en riesgo elevado de extinción.
Según el Diario Salta Libre esta zona se encuentra actualmente en peligro por la tala indiscriminada y el desmonte destinado a la plantación de cultivos. El riego es aún mayor si consideramos que la selva de yungas provee recursos naturales, agua, aire limpio, regula el clima y mantiene la fertilidad del suelo.
Hecha la ley, hecha la trampa
En Salta sucede una situación bastante parecida y muy relacionada con la anterior ya que nuevamente entra en juego la selva de las Yungas aunque el caso es aún más polémico.
En esa provincia del norte argentino se encuentra ubicada la reserva provincial General Pizarro que fuera creada a fines de 1995. La zona constituye la única del país que resguarda una muestra de la biodiversidad del quebrachal chaqueño y la selva de Yungas en forma continua.
En abril del 2004, el gobernador Romero, aquél que fuese compañero de fórmula presidencial de Carlos Menem en el 2003, instruyó al parlamento salteño para que quitara a la Reserva su condición de área protegida y poder proceder a rematarla para fines “productivos”.
Tal decisión provocó protestas de científicos, de organizaciones ambientales como Vida Silvestre, Greenpeace e incluso de una comunidad aborigen que habita en la Reserva provincial y que se verían obligados a irse en caso de concretarse la venta ya que perderían sus recursos para la supervivencia.
"La reserva es vital para sus habitantes porque en ella pueden cazar, recoger frutos, miel, el chaguar para producir artesanías y la leña seca para cocinar y calentarse en invierno. Si avanza este proyecto de Romero, se van a eliminar los recursos naturales que constituyen su fuente de alimentación y que aseguran su supervivencia", dijo Emiliano Ezcurra, coordinador de la campaña de Biodiversidad de Greenpeace Argentina.
Ezcurra, denunció, además, que "la venta de los lotes fiscales privilegia los intereses económicos actuales sin considerar los daños ambientales y sociales actuales y futuros. Por estos intereses se desconocen derechos indígenas y ambientales que protegen cuestiones fundamentales para una sociedad democrática: la cultura y el medio ambiente".
La historia sin fin
Absurda fue la excusa del gobierno salteño para rematar la reserva “se necesitan fondos para tapar los baches de las rutas” afirmaron los funcionarios.
La situación es cada vez más grave. De las 25 mil hectáreas que poseía la reserva 5 mil se encuentran en litigio y 18 mil ya fueron rematadas en 7 parcelas. Una de ellas ya fue devuelta debido a la presión de los defensores de la reserva, las otras 6 estarían en poder de Manuel Courel, un empresario tucumano, que luego de verse afectado por la campaña ambientalista afirmó que las vendió a una empresa de Buenos Aires y a una de Salta llamadas “Everest” e “Initium Aferro S. A.” Aunque se sospecha que serían empresas fantasma que servirían de testaferros de Courel ya que los empresarios norteños afirman no conocer a estas empresas ni a sus dueños.
La Reserva es tan importante que Greenpeace deslizó, incluso, la posibilidad de comprar las parcelas para poder preservar la Reserva de los desmontes.
Habrá que ver si empresarios y gobernantes se dan cuenta de la importancia de preservar los pulmones del planeta antes de pensar en beneficios monetarios. Y de invertir en un futuro teñido de verde, pero no del color del dólar.
Daniel Calivares
dcalivares@yahoo.com.ar
Departamento de Cultura