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Un NO que puede jugar a favor de América Latina

Que el Sur lea al mundo desde el Sur es imprescindible. El NO a la Constitución de la UE golpeó contra el modelo neoliberal. Un voto que puede serle útil a toda Latinoamérica

Los franceses y los holandeses se enojaron con el modelo de construcción económico, social y política que impera en Europa desde hace décadas. Le dijeron NO al vaciamiento ideológico de las estructuras partidarias que, puestas al servicio de las corporaciones empresarias y financieras en sus pujas con Estados Unidos, convirtieron al Viejo Mundo en un verdadero paraíso terrenal del capital concentrado y contra los intereses básicos de la llamada sociedad civil.

La sociedades latinoamericanas se vieron envueltas entonces en las marañas analíticas de los grandes medios de comunicación globalizados, del servilismo de los periódicos locales, intoxicados de etnocentrismo y de funcionalidad discursiva para con las distintas facciones -europea y estadounidense- del bloque de poder y también de la ignorancia y de la estupidez autóctona, que repite como loro lo que se afirma en las metrópolis.

Así por ejemplo, esas construcciones mediáticas ponen el acento en el supuesto carácter retrógrado del NO al Tratado Constitucional Europeo (TCE), afirmando que el mismo respondió al avance de la de derecha en materia de rechazo a los inmigrantes, a la incorporación de Turquía a la Unión Europea (UE) y a la coparticipación presupuestaria ampliada que requiere el ensanchamiento del área con sus nuevos socios pobres del Este.

Sin embargo, analistas internacionales radicados en Europa desde hace décadas señalaron puntos de análisis que pueden ser de gran utilidad a la hora de desentrañar la verdadera naturaleza de los hechos.

Es el caso del jurista argentino Alejandro Teitelbaum, residente en Francia desde la pasada década del ´70, miembro de la Asociación Americana de Juristas (AAJ), fundada en Estados Unidos, y experto en Naciones Unidas (ONU), con dilatada trayectoria profesional en los organismos internacionales de Ginebra.

En un reciente artículo, publicado en varios medios electrónicos, Teitelbaum señala que "el NO de la mayoría del pueblo de Francia al Proyecto de Constitución europea es un hecho político mayor: significa el rechazo al partido único bifronte neoliberal y socioneoliberal, que gobierna alternativamente en ese país desde hace varios decenios".

También sostiene que "dicho partido único bifronte, que también gobierna hace tiempo en los otros países europeos con distintas denominaciones, ha construido un sistema europeo a la medida de los intereses de las grandes empresas transnacionales, y que el instrumento central de la aplicación de ese sistema es la Comisión Europea, la que a su vez trabaja en estrecha coordinación con la Mesa Redonda de los Industriales Europeos (ERT) para hacer avanzar de manera compulsiva a los Estados Miembros en la privatización de los servicios públicos y de las grandes empresas del Estado, para hacer funcionar a pleno la `libre competencia` y para la supresión de todos los obstáculos a la libre circulación de capitales".

En su lúcido análisis, el jurista sudamericano destaca dos hechos relevantes.

En primer lugar, el "partido único bifronte", como él denomina la asociación estratégica entre la derecha tradicional y la socialdemocracia derechizada, incluidos los aparatos de los Partidos Socialista y Verde, fueron deslegitimados por buena parte de sus clientelas habituales: el 59 por ciento de los simpatizantes socialistas votó NO y lo mismo hizo el 60 por ciento de los simpatizantes verdes.

El otro hecho importante, destaca Teitelbaum, "es la neta división social que se produjo en la votación: votaron NO el 80 por ciento de los obreros, el 65 por ciento de los empleados y el 60 por ciento de los campesinos. Otros indicios de esta división social fueron que ganó el SI en las ciudades de más alto nivel económico, en París, centro de la burocracia política y estatal y en Estrasburgo, uno de los centros de la burocracia europea. En los barrios `chic` de Paris (el 16 y el 7) el SI alcanzó el 80 por ciento y en la `banlieue` más elegante, Neuilly-sur-Seine, el SI obtuvo el 82 por ciento, en tanto que en los barrios populares de Marsella el NO sobrepasó el 80%. Otro dato curioso: por nivel de ingresos, hasta 3000 euros mensuales ganó el NO y por encima de esa cifra ganó el SI.

En su edición argentina de mayo pasado, la revista Le Monde Diplomatique, el periodista francés Bernard Cassen sostenía que "ni las sucesivas elecciones al Parlamento de Estrasburgo (la última en junio de 2004), ni incluso el voto popular sobre el Tratado de Maastricht en 1992 habían provocado semejante efervescencia. Por primera vez se establece la filiación entre las políticas liberales aplicadas en un país determinado (...). Los ciudadanos comienzan a comprender que se trata de la misma cosa, ya que al fin de cuentas, con el TCE no solamente se plantea la cuestión liberal (¿deseamos vivir en una sociedad cuya norma superior es la competencia?), sino también la cuestión democrática: ¿es aceptable que la ´constitucionalización´ del liberalismo hipoteque por décadas las decisiones del sufragio universal?"

Recordemos que el 54 por ciento de los franceses y el 63 por ciento de los holandeses -más allá de sus respectivas peculiaridades políticas y electorales- impidieron la puesta en vigencia de una Constitución europea que en su texto consagra el modelo de "libre mercado" y fija las pautas básicas del diseño económico, social y político del neoliberalismo.

Es probable que derechistas e "izquierdistas" de derecha de varios pelajes -desde Michel Rocard, Jacqes Chirac, Jack Lang, Cohn Bendit, Jose Manuel Durao Barroso, José Luís Rodríguez Zapatero y Gerhard Schroeder, entre otros, estén ya conspirando contra esas decisiones de la soberanía popular, en la búsqueda de caminos hacia "nuevos referéndum" u otros mecanismos tendientes a imponer la rechazada Constitución. En ese sentido cabe recordar que las normas del proceso constitucionalista prevén que basta el rechazo de sólo uno de los Estados miembros de la UE para que la misma quede impedida de entrar en vigencia.

Sin embargo el NO ya es un hecho, y de posibles efectos positivos sobre América Latina, de variadas naturalezas.

El primero, conceptual y causal, que podría operar como disparador -por eso la corporación mediática trata de tergiversar el contenido político de los resultados electorales de Francia y Holanda- apunta al corazón del sistema: en uno de los centros de la sociedad capitalista de opulencia, facción del bloque dominante y beneficiaria de la asimetrías a las que lleva la dialéctica centro-periferia o imperialismo-dependencia, una porción significativa de la sociedad civil le dijo NO en términos objetivos al estatuto neoliberal, actual matriz cultural del modelo hegemónico.

El segundo es de carácter político inmediato y puede derivar en fisuras dentro del bloque dominante -especialmente integrado por Estado Unidos y la UE-, ya que Europa deberá someterse a reacomodamientos internos para seguir con sus enfrentamientos sectoriales frente a Washington.

Por ejemplo, el descrédito y la falta de representatividad política del presidente Chirac y del canciller alemán Schroeder desnudarán aún más el mero carácter retórico de sus respectivas "oposiciones" al trazado recolonizador-militarista de Estados Unidos en Irak, mientras que la administración de George Bush deberá dedicar tiempo, esfuerzo y recursos para reencauzar una necesidad vital del sistema de reproducción económica, política y cultural del modelo hegemónico: la alianza atlántica, expresada en el Tratado de la Organización del Atlántico Norte (OTAN).

Recordemos que la Constitución europea impedida por franceses y holandeses consagra que las políticas exterior, de defensa y de seguridad de la UE quedan atadas a la OTAN.

Fue la propia secretaria de Estado estadounidense y mano derecha de la guardia de acero de Bush, Condoleezza Rice, quien a pocas horas de conocerse el NO francés, salió a decir, "necesitamos de una Europa unida y fuerte". ¿Acaso la ex jefa de la seguridad nacional y co-diseñadora de las invasiones a Afganistán y a Irak estará pensando en los desafíos que tanto su país como la UE como facciones del bloque hegemónico tienen planteados por la irrupción de la topadora China?

Por otra parte, ha quedado constancia que las burocracias de la facción europea del bloque hegemónico -Bruselas y Estrasburgo- y otras pertenecientes al sistema en su conjunto, como la Organización Mundial de Comercio (OMC) quedaron en las miras de un electorado que con la práctica de su voto puede complicar los designios políticos de las grandes corporaciones empresarias europeas.

En ese sentido, se hace cada vez más difícil sostener el discurso proclive a las "bondades" multilaterales de la OMC como organización "democrática" que promueve el "libre comercio" como "herramienta de desarrollo". Más allá de las retóricas tecnocráticas, la OMC poco hizo para desmantelar la red proteccionista por más de 100 mil millones de dólares que Estados Unidos y la UE tejieron en la última década contra las exportaciones del mundo en desarrollo, aunque sí dejó en claro que sólo opera como "árbitro", por cierto bastante ineficaz, en las disputas entre ambas facciones del bloque hegemónico.

Si alguna duda quedaba al respecto, el periódico The Wall Street Journal (una especie de boletín oficial de la corporación financiera transnacionalizada) se encargó de despejarla.

En su edición del 1 de junio, y al analizar el conflicto entre las megafábricas aeronáuticas Boing, de Chicago (Estados Unidos), y Air Bus, de Toulouse (Francia), el diario neoyorquino sostuvo que "salvo que se llegue a un acuerdo, una tribunal de comercio de la OMC pronto se reunirá para decidir sobre lo que podría constituirse en la disputa comercial más costosa de la historia: una guerra entre Estados Unidos y la UE sobre miles de millones de dólares en subsidios repartidos por los gobiernos de ambos lados del Atlántico a los mayores fabricantes de aviones del mundo".

Ante las dificultades de implementación política que tuvo Estados Unidos para llegar, al 1 de enero de este año según su diseño original, con una firma colectiva del Tratado de Libre Comercio para las Américas (ALCA), Washington decidió entonces que el mismo sería alcanzado a través de una sumatoria de acuerdos bilaterales o regionales, o, en su defecto, en el marco de la OMC (ver revista The Economist, de abril de 2001, artículo "All in family"). Ello revela el verdadero carácter de esa organización internacional

Téngase en cuenta asimismo que tanto el ALCA como los proyectos de acuerdo de libre comercio entre el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) -integrado por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay- prevén por parte de Estados Unidos en el primer caso y de la UE en el segundo, una apertura de la fronteras comerciales sudamericanas en las áreas requeridas por sus interlocutores y una disposición casi "cero" de éstos a reducir sus barreras proteccionistas frente a los segmentos de exportación más sensibles de las economías del Sur.

Podrian señalarse aquí algunos ejemplos sobre cómo los países y bloques de nuestra región pueden apelar a las ancestrales artes marciales chinas y, reconvirtiendo energías, traducir en positivo para sí las fuerzas que el sistema de poder mundial vio dificultadas por la acción del voto popular en Europa.

Las sociedades latinoamericanas podrían ganar confianza en su reclamos en el sentido de que los procesos de integración latinoamericanos -MERCOSUR y otros- marchan hacia un punto muerto en la medida que sólo se trate de repartijas de mercados entre las corporaciones, de pujas interempresarias y de disputas por parcelas arancelarias.

Podrían plantear con fuerza que los procesos de integración sólo serán viables con más democracia, más participación popular y con clara definición antihegemónica. Que aquello que resuena - ver las patéticas discusiones entre los líderes de Brasil y Argentina según lo reflejan en los últimos días medios periodísticos de ambos países- es apenas más neoliberalismo, aunque se lo disfrace de lo que se lo disfrace.

Venezuela, por ejemplo, debería ser mejor comprendida por los europeos, pues ellos, que con el voto acaban de decirle NO a una Constitución neoliberal, tendrán que recordar que el gobierno de Hugo Chávez surgió de la urnas y por la urnas fue varias veces revalidado, por más que Bush reciba en la Casa Blanca a golpistas travestidos en ONG, en vez de cumplir con los tratados internacionales que lo obligan a extraditar al terrorista nacido en cuba, Luís Posada Carriles, como bien dejó en claro la propia cadena CNN en español durante sus transmisiones del 31 de mayo y del 1 de junio.

Así como los franceses y holandeses defendieron sus respectivas soberanías populares y nacionales, de la misma forma deberían exigirle a sus respectivos gobiernos que dejen de lado la farsa "democrática" de criticar y sancionar a Cuba cuando ese país hace uso del derecho vigente y expulsa de su territorio a ciudadanos europeos que pretenden convalidar actos públicos en los que el principal orador es Bush versión vídeo, el presidente de un país que, en contra del derecho internacional consagrado por la ONU, impone un bloqueo económico a la nación caribeña, desde hace mas de 40 años, según informaciones consignadas por diversos medios gráficos y televisivos latinoamericanos durante la última semana del pasado mes de mayo.

Por último, las sociedades europeas deberían seguir más de cerca y apoyar las luchas de los sectores mayoritarios del pueblo boliviano en la defensa de sus recursos energéticos y por la ampliación de la base social del sistema democrático, siendo que aquellas justamente le dijeron NO a un proceso constitucional diseñado a medida de los intereses de las mismas empresas que explotan en condiciones de latrocinio el gas de Bolivia y se oponen a la vigencia de una democracia real.

En definitiva, quizá sea necesario entonces analizar los tableros internacionales desde una mirada latinoamericana y abandonar tanta recolonización cultural de pacotilla.

Víctor Ego Ducrot

APM/Agencia Taller

Desde Buenos Aires

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