Trabaja junto a 400 físicos y astrónomos de 17 países en un proyecto internacional con base en Malargüe.
Con la certeza de que los rayos cósmicos son moléculas que viajan a una velocidad cercana a la luz, pero de cuyo origen todavía se sabe poco, la idea que predomina en el mundo científico es la necesidad de avanzar en el conocimiento de este fenómeno. Saber, por ejemplo, cómo podrían beneficiar la vida en nuestro planeta y así conocer algo más sobre el origen y desarrollo del Universo.
La doctora en astronomía Beatriz García es una de las científicas argentinas más interesadas en develar esos misterios. Para lograrlo trabaja intensamente en el observatorio astronómico internacional de rayos cósmicos Pierre Auger, en Malargüe, a 450 km de la capital mendocina.
García estableció un dato comparativo para advertir una de las dimensiones elementales del caso en estudio: "El cuerpo humano gasta más energía en reposo que una sola de esas partículas subatómicas". Lo que refleja con esa afirmación es que si bien esos rayos no nos perjudican, tampoco tienen una aplicación práctica porque su energía no es acumulativa como la del Sol. "Esa energía es comparable como el envío de una pelota de tenis al ser golpeada por una raqueta o bien con la de un ladrillo que cae desde un metro y medio de altura", concluyó.
La astrónoma dijo que falta saber de dónde vienen las partículas de alta concentración energética, qué tipo de elementos son (algunos creen que se trata de protones) y por qué nada los frena en su viaje por el cosmos.
"Estos rayos están libres en el Universo y nuestro proyecto está pensado para adquirir datos sobre ellos en 20 años", insistió García, quien comparte la opinión del físico argentino Alberto Etchegoyen -líder del proyecto junto a su colega Alberto Filevich- de que pasará no menos de una década para establecer si aquellas partículas pudieren tener alguna influencia en nuestras vidas.
Poco a poco, el enigma sobre los rayos cósmicos está cediendo frente a investigaciones que se realizan en el observatorio Pierre Auger, cuya primera fase del complejo fue formalmente inaugurada el viernes con la presencia de científicos y funcionarios de los 17 países que participaron en su financiamiento. En las ceremonias participaron el vicepresidente Julio Cobos y el gobernador Celso Jaque.
La segunda fase ya está iniciada y consiste en ampliaciones que Ingomar Allekote, del Centro Atómico Bariloche. Allí habrá tres nuevos detectores de fluorescencia en el campo y otra clase de detectores para medir distintas propiedades. Un observatorio de similar magnitud se iniciará en 2010 en Colorado, Estados Unidos.
El año pasado descubrieron en Malargüe que las fuentes de partículas de alta energía no se distribuyen de manera uniforme en todo el espacio sino que muchas de ellas están vinculadas a galaxias cercanas que poseen núcleos activos. Se estima que esos núcleos son alimentados en gran medida por agujeros negros que absorben grandes cantidades de materia y que los rayos se transforman en lluvias invisibles para el ojo humano al ingresar en la atmósfera.
Perfil
Beatriz García
Edad: 50 años
ESPECIALIDAD: astronoma
Investiga en Malargüe de dónde vienen y por qué nada logra frenar a los rayos cósmicos.
Con acento mendocino
Pierre Auger es el laboratorio astronómico más grande del mundo en su tipo. La primera fase concluida en Malargüe incluye 1.600 grandes tanques con agua que reflectan la luz de lluvias de partículas que provienen desde distintos confines del espacio. Esos tanques están enlazados mediante un sistema de comunicaciones en una superficie de 3 mil kilómetros, en pleno desierto, con la cordillera de fondo. Consta de 4 edificios y 24 telescopios que detectan fluorescencia, es decir la tenue luz violeta producida por la lluvia de partículas secundarias. El complejo se inició en 1999, costó 53 millones de dólares y en él trabajan 400 físicos, 70 instituciones internacionales y 17 países.
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