Se
utilizó la editorial de un medio para denostar un trabajo profesional desde el
anonimato. Aquí va una respuesta, con nombre y apellido.
Una
editorial del diario UNO hizo referencia, la semana pasada a la presentación de
un informe de “Estudio de
La
editorial titulada “La cultura, en el horno”, en uno de sus párrafos, reza: “El
estudio que se ha hecho es tan innecesario y sus resultados tan obvios que
sería bueno saber cuánto se ha gastado en esa veleidad sociológica. Sólo para
ver si con esa plata, más algunos otros despilfarros, se podría haber hecho el
Americanto. Que eso sí es algo que tiene público y que los mendocinos estiman.
Si antes la cultura local estaba en peligro, en la medida en que su presupuesto
estaba enfocado a satisfacer las necesidades de los propios cultores y no las
de los ciudadanos, ahora, alimentando sociólogos, está en el horno.”
Seleccioné
este párrafo en especial para aclararle e informar al editorialista anónimo
que, el estudio que ningunea, no lo pidió ni financió el área de cultura del
gobierno. Que el ex Ministerio de Economía y
Considero
que toda acción estatal merece un diagnóstico técnico previo, y de eso se trata
en síntesis el estudio encarado, el cual arroja interesantísimos resultados,
sobre los cuales la editorial no da cuenta, omite y desprecia de antemano,
además de revelar un profundo desconocimiento en la problemática.
En
otro párrafo del escrito mencionado se espeta: “El error en el que incurren los
que analizan el tema es que creen que es por falta de difusión de lo local. La
realidad es que cada uno consume lo que le gusta, venga de donde venga. Nadie
se va a privar de comprar un CD de algo que le place porque se grabó en Godoy
Cruz o va a obviar una novela escrita en Malargüe si es una obra maestra. Es
cierto que la promoción sirve, pero no es todo. El viejo debate de fondo es si
se pueden subsidiar productos que nadie quiere consumir. Ha pasado
históricamente con el vino... y ahora por obra y gracia de quienes decidieron
estudiar el tema cultural se trasladó la problemática a la industria cultural.
El mensaje en el fondo es “como se produce acá, alguien tiene que pagarlo”.
Los
estudios de consumo cultural y uso del tiempo libre son prácticamente
inexistentes en la provincia de Mendoza. El único antecedente que se registra a
nivel institucional, es la investigación que, a fines de 1996, realizara el
Sistema de Información y Comunicación Cultural (SICC) del extinto Instituto
Provincial de
Ahora
bien, pregunto: ¿Es posible intuir “el gusto de los otros” como si se tratara
de un terreno “puramente subjetivo”, alejado de condicionantes
socioculturales? ¿Cómo imagina entonces
el editor que se determina una política cultural en torno a la promoción de la
novela o poesía mendocinas, del cine local o de una obra plástica, así como de
un disco? ¿Es sólo por la benévola acción del mercado que se definen los gustos
nobles de los bárbaros? ¿Acaso no cree que todo bien cultural esté sometido,
desde su producción, al entramado de intereses que constituyen lo social? ¿Está
convencido de la individualidad creadora y de la recepción subjetiva al punto
de eliminar, menesterosamente del horizonte corto de su pensamiento, la
posibilidad de objetivar las prácticas sociales en relación al gusto cultural?
¿No será que en el fondo su elitismo conservador no le permite ver más allá de
su ombligo? Si más de la mitad de los mendocinos no van al cine, dato que
arroja nuestro estudio, ¿no lo invita a pensar sobre las condiciones de
circulación de los bienes culturales?
¿Qué es obvio entonces? ¿No será obvio su
parecer doméstico sobre la realidad cultural de Mendoza? ¿Porqué no aprovechar
la información, si la tiene a mano? ¿Será que su visión neoliberal no le
permite entender el rol del Estado en la cultura? ¿O cree que el área de
cultura solo se tiene que abocar a realizar la fiesta de la vendimia? ¿No le parece
sugerente que los músicos mendocinos que intentan vivir de su arte no estén
amparados por una legislación que proteja sus producciones? ¿Quién está
pidiendo la restricción de lo externo para “obligar” a consumir lo interno?.
El
estudio en discusión no constituye una solución a la problemática cultural
local, porque no es ese su objetivo. Es más una herramienta para tomar
decisiones que un compendio de soluciones. La no toma de las mismas por parte
de organismos oficiales no invalida la herramienta. Sería como pensar que, como
no se encuentra la vacuna que cure el cáncer se invaliden las investigaciones
que buscan la vacuna. ¿Qué tiene que ver la suspensión del Americanto 2009 por
falta de fondos en el gobierno provincial, con la realización de un estudio que
se realizó hace un año, financiado por un organismo nacional?
Lo
que promueve la editorial, es lisa y llanamente una invitación a la intuición,
desprovista de una visión técnica. El escrito revela ausencia de información.
Es evidente que quien lo escribió no conoce el estudio ni tiene la información
básica para entenderlo. El informe puede leerlo cualquier ciudadano a través de
Presupone
además, el editor, que la calidad de aquello que viene de más allá del Arco del
Desaguadero, es superior a la de aquí, per se. Juicio de valor que solo puede
emitirse desde una postura que desprecia lo local y a toda concepción que se
plantee potenciarlo desde el ámbito estatal. Si se compara la obra de los grandes
consagrados con la obra de aquellos mendocinos que están haciendo sus primeras
armas, se llega sin dudas a esa conclusión errónea. Igual conclusión obtendría
la comparación entre los cineastas franceses novatos, o los músicos ingleses en
formación, con los consagrados de sus
países. La diferencia está en cómo se pone en valor a los artistas y sus
productos durante ese proceso de formación, y el apoyo que se les brinda.
Además, cómo llegan sus productos a los diferentes públicos que desconocen la
oferta local.
Considero
de muy mal gusto atacar profesiones elípticamente. Porque la sociología es una
ciencia, que se ocupa de indagar críticamente la realidad, explorarla y brindar
algunos caminos de intervención sobre la misma. Y en la definición de esos
caminos hay posicionamientos teóricos e ideológicos que pueden o no
compartirse.
Los
lectores merecen información correcta, más allá de la legítima opinión sobre
las posibles soluciones a los problemas. Pero es de vil mercader vender pescado
podrido en la caleta. Las frases “veleidad sociológica” y “alimentando
sociólogos” constituyen un ataque a la profesión, a una institución que tiene
una historia de 40 años de existencia, con un gran bache: fue cerrada durante
la dictadura, donde se expulsó a sus docentes y a muchos estudiantes. Sin
embargo, la reapertura democrática permitió su refundación hacia 1985. Una
carrera que al menos tiene instrumentos técnicos para abordar la realidad y una
importante tradición intelectual, teórica y conceptual para interpretarla.
Por
ello, la sociología es una ciencia que molesta. Es ciencia, porque tiene
sistemas coherentes de hipótesis, de conceptos, de métodos de verificación,
todo lo que se identifica habitualmente con la idea de ciencia. Y molesta,
porque devela cosas ocultas y a menudo reprimidas.
Es
precisamente la actitud sociológica de producir información técnica y
propuestas de acción, lo que parece molestar a quien sí está en el horno,
cocinando editoriales a altas temperaturas.
Con
fiebre, es preferible no escribir. En todo caso, es recomendable en estos casos
llamar al médico de cabecera. La consulta a profesionales puede que a uno lo
salve de tomar la pastilla equivocada.