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Una editorial que vende pescado podrido

03 de noviembre de 2008, 18:22.

Se utilizó la editorial de un medio para denostar un trabajo profesional desde el anonimato. Aquí va una respuesta, con nombre y apellido.

 

Una editorial del diario UNO hizo referencia, la semana pasada a la presentación de un informe de “Estudio de La Industria Cultural en Mendoza”, del cual participé en la sección sobre el consumo cultural de los mendocinos, junto a otros colegas de profesión.

 

La editorial titulada “La cultura, en el horno”, en uno de sus párrafos, reza: “El estudio que se ha hecho es tan innecesario y sus resultados tan obvios que sería bueno saber cuánto se ha gastado en esa veleidad sociológica. Sólo para ver si con esa plata, más algunos otros despilfarros, se podría haber hecho el Americanto. Que eso sí es algo que tiene público y que los mendocinos estiman. Si antes la cultura local estaba en peligro, en la medida en que su presupuesto estaba enfocado a satisfacer las necesidades de los propios cultores y no las de los ciudadanos, ahora, alimentando sociólogos, está en el horno.”

 

Seleccioné este párrafo en especial para aclararle e informar al editorialista anónimo que, el estudio que ningunea, no lo pidió ni financió el área de cultura del gobierno. Que el ex Ministerio de Economía y la UNCuyo firmaron un convenio para la realización de este proyecto con fecha 10 de septiembre de 2007. El financiamiento corrió por cuenta del CFI (Consejo Federal de Inversiones) organismo nacional. La gestión del financiamiento estuvo a cargo del IDITS (Instituto de desarrollo industrial, tecnológico y de servicios) el cual forma parte de la cartera económica provincial, hoy denominada Ministerio de Producción, Tecnología e Innovación. La implementación del trabajo proyectado, estuvo a cargo de dos equipos de investigadores, sociólogos en su mayoría, pertenecientes a la universidad. Por tanto, el que está en el horno y no sale de él para informarse e informar correctamente, es quien escribió tal editorial.

 

Considero que toda acción estatal merece un diagnóstico técnico previo, y de eso se trata en síntesis el estudio encarado, el cual arroja interesantísimos resultados, sobre los cuales la editorial no da cuenta, omite y desprecia de antemano, además de revelar un profundo desconocimiento en la problemática.

 

En otro párrafo del escrito mencionado se espeta: “El error en el que incurren los que analizan el tema es que creen que es por falta de difusión de lo local. La realidad es que cada uno consume lo que le gusta, venga de donde venga. Nadie se va a privar de comprar un CD de algo que le place porque se grabó en Godoy Cruz o va a obviar una novela escrita en Malargüe si es una obra maestra. Es cierto que la promoción sirve, pero no es todo. El viejo debate de fondo es si se pueden subsidiar productos que nadie quiere consumir. Ha pasado históricamente con el vino... y ahora por obra y gracia de quienes decidieron estudiar el tema cultural se trasladó la problemática a la industria cultural. El mensaje en el fondo es “como se produce acá, alguien tiene que pagarlo”.

 

Los estudios de consumo cultural y uso del tiempo libre son prácticamente inexistentes en la provincia de Mendoza. El único antecedente que se registra a nivel institucional, es la investigación que, a fines de 1996, realizara el Sistema de Información y Comunicación Cultural (SICC) del extinto Instituto Provincial de la Cultura (IPC) del Gobierno Provincial. De ahí en más, salvo estudios nacionales que tomaron a Mendoza como parte de una muestra estadística, no se conocen datos organizados a partir de algún estudio que midiera qué hacen los mendocinos con su tiempo libre y qué tipo de productos culturales son los que consumen preferentemente. De ahí que, el presente estudio, cobre relevancia luego de 12 años sin información actualizada sobre los “usos” de la cultura en Mendoza.

 

Ahora bien, pregunto: ¿Es posible intuir “el gusto de los otros” como si se tratara de un terreno “puramente subjetivo”, alejado de condicionantes socioculturales?  ¿Cómo imagina entonces el editor que se determina una política cultural en torno a la promoción de la novela o poesía mendocinas, del cine local o de una obra plástica, así como de un disco? ¿Es sólo por la benévola acción del mercado que se definen los gustos nobles de los bárbaros? ¿Acaso no cree que todo bien cultural esté sometido, desde su producción, al entramado de intereses que constituyen lo social? ¿Está convencido de la individualidad creadora y de la recepción subjetiva al punto de eliminar, menesterosamente del horizonte corto de su pensamiento, la posibilidad de objetivar las prácticas sociales en relación al gusto cultural? ¿No será que en el fondo su elitismo conservador no le permite ver más allá de su ombligo? Si más de la mitad de los mendocinos no van al cine, dato que arroja nuestro estudio, ¿no lo invita a pensar sobre las condiciones de circulación de los bienes culturales?

 

 ¿Qué es obvio entonces? ¿No será obvio su parecer doméstico sobre la realidad cultural de Mendoza? ¿Porqué no aprovechar la información, si la tiene a mano? ¿Será que su visión neoliberal no le permite entender el rol del Estado en la cultura? ¿O cree que el área de cultura solo se tiene que abocar a realizar la fiesta de la vendimia? ¿No le parece sugerente que los músicos mendocinos que intentan vivir de su arte no estén amparados por una legislación que proteja sus producciones? ¿Quién está pidiendo la restricción de lo externo para “obligar” a consumir lo interno?.

 

El estudio en discusión no constituye una solución a la problemática cultural local, porque no es ese su objetivo. Es más una herramienta para tomar decisiones que un compendio de soluciones. La no toma de las mismas por parte de organismos oficiales no invalida la herramienta. Sería como pensar que, como no se encuentra la vacuna que cure el cáncer se invaliden las investigaciones que buscan la vacuna. ¿Qué tiene que ver la suspensión del Americanto 2009 por falta de fondos en el gobierno provincial, con la realización de un estudio que se realizó hace un año, financiado por un organismo nacional?

 

Lo que promueve la editorial, es lisa y llanamente una invitación a la intuición, desprovista de una visión técnica. El escrito revela ausencia de información. Es evidente que quien lo escribió no conoce el estudio ni tiene la información básica para entenderlo. El informe puede leerlo cualquier ciudadano a través de la Web, porque es público y está disponible en el sitio del Sistema de Información Cultural de la Nación, en la sección investigaciones, cuyo enlace es:(http://www.cultura.gov.ar/sinca/sic/hemeroteca/investigaciones.php).

 

Presupone además, el editor, que la calidad de aquello que viene de más allá del Arco del Desaguadero, es superior a la de aquí, per se. Juicio de valor que solo puede emitirse desde una postura que desprecia lo local y a toda concepción que se plantee potenciarlo desde el ámbito estatal. Si se compara la obra de los grandes consagrados con la obra de aquellos mendocinos que están haciendo sus primeras armas, se llega sin dudas a esa conclusión errónea. Igual conclusión obtendría la comparación entre los cineastas franceses novatos, o los músicos ingleses en formación,  con los consagrados de sus países. La diferencia está en cómo se pone en valor a los artistas y sus productos durante ese proceso de formación, y el apoyo que se les brinda. Además, cómo llegan sus productos a los diferentes públicos que desconocen la oferta local.

 

Considero de muy mal gusto atacar profesiones elípticamente. Porque la sociología es una ciencia, que se ocupa de indagar críticamente la realidad, explorarla y brindar algunos caminos de intervención sobre la misma. Y en la definición de esos caminos hay posicionamientos teóricos e ideológicos que pueden o no compartirse.

 

Los lectores merecen información correcta, más allá de la legítima opinión sobre las posibles soluciones a los problemas. Pero es de vil mercader vender pescado podrido en la caleta. Las frases “veleidad sociológica” y “alimentando sociólogos” constituyen un ataque a la profesión, a una institución que tiene una historia de 40 años de existencia, con un gran bache: fue cerrada durante la dictadura, donde se expulsó a sus docentes y a muchos estudiantes. Sin embargo, la reapertura democrática permitió su refundación hacia 1985. Una carrera que al menos tiene instrumentos técnicos para abordar la realidad y una importante tradición intelectual, teórica y conceptual para interpretarla.

 

Por ello, la sociología es una ciencia que molesta. Es ciencia, porque tiene sistemas coherentes de hipótesis, de conceptos, de métodos de verificación, todo lo que se identifica habitualmente con la idea de ciencia. Y molesta, porque devela cosas ocultas y a menudo reprimidas.

 

Es precisamente la actitud sociológica de producir información técnica y propuestas de acción, lo que parece molestar a quien sí está en el horno, cocinando editoriales a altas temperaturas.

 

Con fiebre, es preferible no escribir. En todo caso, es recomendable en estos casos llamar al médico de cabecera. La consulta a profesionales puede que a uno lo salve de tomar la  pastilla equivocada.

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