No hacemos paros para provocar daño económico a la patronal, sino para lograr salarios dignos y mejorar las condiciones laborales. ¿No es un derecho consagrado constitucionalmente? Apostamos a una universidad pública científica, democrática, gratuita, al servicio de las necesidades populares y los requerimientos del desarrollo nacional. ¿Pueden alcanzarse esas metas con docentes denigrados en sus condiciones laborales? Además: ¿será un buen ejemplo enseñar a nuestros alumnos el arte de la sumisión? Los trabajadores en tiempos de crisis “aportamos” compulsivamente el 13% de nuestros sueldos. Hoy vemos como aumentan el PBI, los precios y los servicios públicos. ¿Y los salarios?
Nuestra estrategia para obtener esos objetivos tiene variantes, una de ellas –involuntaria– financia la educación y la investigación con un cargo testigo por debajo de la línea de la pobreza. Otras –voluntarias– son dictar nuestras clases en los lugares públicos, clases públicas sobre la problemática educativa, movilizaciones, notas, paritarias. ¿Como nos fue últimamente con la negociación? En Cuyo terminamos el año con el cese unilateral de las paritarias por parte de la rectora y del consejo superior. A nivel nacional se constituyó el 10 de marzo pasado una Comisión de Negociación Salarial con la Secretaría de Políticas Universitarias, el Consejo Interuniversitario Nacional y nuestros gremios. Hasta el presente no han acercado una sola propuesta; y los rectores, en vez de definir una clara posición en defensa de nuestras condiciones laborales, resolvieron el 31 de marzo un aumento del sueldo de los funcionarios de las universidades nacionales. ¿Qué debemos hacer para que las autoridades muestren un mínimo de respeto hacia los trabajadores docentes?
Por último, pensamos que efectivamente asistimos a una catástrofe educativa, resultado de las reformas estructurales y de las “transformaciones” impulsadas en los ’90 por el Banco Mundial y aceptadas sumisamente por “progresistas” que para no “retrasar” se ubicaron en esa senda. No fueron los paros docentes los que transformaron la escuela en el “contenedor social” de chicos cuyos hogares eran sacudidos por la desocupación y la ruina económica.
No queremos más ser rehenes conjuntos (docentes y alumnos), eternos acreedores de una legítima deuda interna mientras se privilegia el pago de una fraudulenta deuda externa con los fondos necesarios para la salud y la educación.
* Carmelo Cortese, por la Mesa Ejecutiva de Fadiunc (Asociación de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de Cuyo)