Saltar a contenido principal Saltar a navegación principal

Uno-Domingo 23: ¿Para qué sirve hoy la escuela?

Mónica Iglesias, Presidenta ejecutiva de la Fundación Ricart

24 de octubre de 2005, 15:18.

Este interrogante hubiera sido inimaginable hace unas pocas décadas. Hoy, sin embargo, padres, alumnos y aun educadores se cuestionan el rol de las instituciones educativas en la sociedad del siglo XXI. La crítica más fuerte es probablemente que la escuela no se adapta a los requerimientos de estos tiempos, que se ha quedado detenida en los modelos del siglo pasado y por eso ha perdido prestigio en la comunidad actual, especialmente entre los jóvenes. Paradójicamente, en las últimas décadas se produjeron los mayores avances en el conocimiento de cómo funciona el cerebro humano y en consecuencia cómo aprendemos a través de investigaciones que incluyen desde las teorías de Jean Piaget hasta las más recientes de Howard Gardner y David Perkins. ¿Por qué entonces todo este conocimiento no se vuelca en la práctica pedagógica en general para obtener un nivel educativo adecuado a las necesidades de este siglo?
Podríamos extendernos en el diagnóstico de esta situación, pero elegimos proponer algunas ideas que aporten soluciones.
 
Elevar el nivel de la formación docente
En la actualidad los centros de formación de nuestro país, especialmente para profesores de Nivel Inicial y EGB (Primaria), no incluyen en sus programas los avances de la psicología cognitiva ni de la neurociencia, que les aportarían una comprensión cabal de los mecanismos y estilos de aprendizaje en las diferentes etapas evolutivas de niños y adolescentes. La Ley Federal de Educación (1994) cambió algunos enfoques y modernizó contenidos, sin embargo no preparó a los docentes para aplicar esas innovaciones. La propuesta es que la formación, capacitación y actualización docentes tengan lugar en el marco de carreras de grado y posgrados dictados en las universidades. Esta estrategia, que debiera ser una política de Estado, rejerarquizaría la tarea docente y en consecuencia a la educación.
 
Empezar por el principio
Esta afirmación que parece tan obvia, no lo es en la práctica. Se habla con frecuencia de mejorar la educación primaria y secundaria, pero poco se hace por redefinir el rol del Nivel Inicial que se ocupa de los niños de entre 2 y 5 años. Las familias incluso, ponen mucho más énfasis en la elección del colegio donde sus hijos cursarán la escolaridad primaria y secundaria que en el que estarán los años anteriores (Nivel Inicial).
A principios de los años ’90, el doctor Daniel Ricart en su libro Excelencia- Educando el talento infantil, publicado también en 12 fascículos por el Diario UNO de Mendoza, sostiene que “el nivel y tipo de inteligencia que va a marcar el futuro desenvolvimiento de una persona se conforman en los primeros años de vida. A los 5 años el cerebro humano alcanza el 80% de su potencialidad adulta y por lo tanto la educación de las capacidades intelectuales debe comenzar lo más tempranamente posible”.
Esta acertada afirmación, que ha sido ratificada por la neurociencia recién en los últimos tiempos, fue puesta en práctica en el proyecto pedagógico de los colegios Norbridge de la Fundación Ricart desde hace ya 15 años. Las estrategias pedagógicas acordes a esta teoría nos llevaron a exponer a los más chicos a la adquisición temprana de la lectura, al campo de las ciencias y a la información de lo que ocurre en el mundo. Los resultados demuestran que apostar a la educación desde los primeros años da frutos evidentes en el rendimiento posterior.
 
Minimizar la deserción
Una de las grandes preocupaciones políticas en el ámbito educativo es la alta tasa de deserción escolar de los alumnos que cursan el tercer ciclo de EGB y el Polimodal.
Creemos que una de las causas de este fenómeno tan preocupante es que los modelos de enseñanza en dichos niveles no concuerdan con las capacidades y necesidades intelectuales de los adolescentes ni con los desafíos que les plantea la vida cotidiana.
La escuela desde su función pedagógica, es decir, como el lugar privilegiado para adquirir los conocimientos socialmente significativos mediante el desarrollo pleno de las capacidades intelectuales acordes a cada edad, tiene en sus manos la posibilidad de retener dentro de sus aulas a los alumnos.
Para que los adolescentes encuentren sentido a continuar su educación y estén motivados frente al aprendizaje, algunas de las estrategias sugeridas para aplicar son:
s Métodos de casos. La posibilidad de encontrar diferentes respuestas y soluciones a un conflicto planteado desarrolla la creatividad, la toma de decisiones y enseña a argumentar y a justificar la postura elegida.
s Desarrollo de los talentos. La escuela tiene que detectar, y es absolutamente posible hacerlo, el o los talentos dominantes en sus alumnos. A partir de este diagnóstico, se puede trabajar en grupos de conformación flexible con alumnos que compartan intereses y motivaciones específicas. Esta metodología (Cross Grading Grouping) se puede implementar dentro del horario escolar a través de proyectos que elabora y desarrolla el propio cuerpo docente.
s Desarrollo del pensamiento sintético. En el último libro de Howard Gardner, Las cinco mentes del futuro, este investigador de la Universidad de Harvard propone incentivar el desarrollo del pensamiento sintético como complemento del pensamiento analítico que actualmente predomina en la educación. Gardner analiza que en un mundo donde la información está globalizada y en el cual se cuenta con tecnología que la hace llegar en forma inmediata a los rincones más remotos del planeta, es necesario preparar las mentes de nuestros jóvenes para sintetizar ese cúmulo de información y poder ver cualquier tema desde diversas perspectivas, es decir, de una manera interdisciplinaria.
Seguramente estas propuestas no son fáciles de llevar a cabo ni darán resultados inmediatos. A pesar de ello, creemos que pueden aportar al mejoramiento de la educación en nuestro país.
Docentes mejor formados y con capacitación permanente, niños estimulados intelectualmente en sus primeros años de vida y una mayor retención de jóvenes en el sistema educativo –lograda a través de estrategias que eviten el “aburrimiento” escolar y la falta de transferencia de los conocimientos escolares a la vida cotidiana– pueden ser la esperanza de una generación más pensante.

Contenido relacionado