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Uno-Domino 10: Mendoza ya tiene bibliotecónomas

Estudiaron a distancia la carrera de Biblioteconomía y Gestión Documental, que comenzó a cursarse este año en la provincia. Sus días pasan entre libros e información virtual y digitalizada

12 de abril de 2005, 14:10.

Licenciatura en Biblioteconomía y Gestión Documental. Título raro como pocos, pero no por ello menos importante. Tanto que desde este año es una carrera de grado de la UNCuyo. Eso, a raíz de que en las bibliotecas locales trabajan cientos de personas duchas en su labor por sus años de oficio, pocos son técnicos bibliotecólogos y solamente dos se han recibido de licenciadas en la ciencia de evaluar y guiar a los lectores a través de la información escrita y virtual. Una de ellas es Norma Pieralisi, bibliotecaria de la estación experimental del INTA en Mayor Drummond (Luján de Cuyo) y quien eligió esa carrera por casualidad. “Estudiaba el profesorado de Historia y comencé a trabajar aquí –relata–. Si bien ambas ocupaciones están emparentadas, en tercer año no pude seguir ya que el cursado es muy intensivo. Entonces surgió la posibilidad de hacer la carrera terciaria a distancia en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Rindiendo diez materias más logré la licenciatura”. Si bien comenta que tras el título de grado su función no cambió, eso le permitió tener una perspectiva diferente de los que es una biblioteca del siglo XXI. “Todos los libros y publicaciones para nosotros son documentos y la biblioteca hoy ya no sólo es un sitio donde se consulta material impreso, sino también información digitalizada y virtual”, sostiene. Desde esa óptica, su trabajo diario consiste en gestionar la información que llega a esa biblioteca, identificarla mediante palabras claves para incorporarlas en las bases de datos y luego difundirla o guiar a los lectores a través de los catálogos. Por supuesto, tener licenciadas en esta ciencia demanda bibliotecas acorde a ese título y, a su vez, usuarios. Pieralisi considera que “los mendocinos no tienen el hábito de ir a las bibliotecas porque no poseen la costumbre de la lectura. Y si bien hay gente que lee, no es habitué de esos lugares, pero una vez que se toma el primer contacto se vuelve una costumbre”. Por eso, señala que no es función del bibliotecario enseñar a usar las bibliotecas: “Es un referencista que lo va a guiar una vez que vaya a una”. En cuanto al personal que hoy atiende las bibliotecas mendocinas, opina que “es conocedor por la práctica que tiene y lo hace bien y con gusto. Aunque la formación es importante, ya que con ella se adquieren otras herramientas y evita caer en lo rutinario. Hay que tener vocación de bibliotecario, una actitud para brindar la información con honestidad y eficiencia”. Por su parte, la realidad de Noemí Fernández es muy diferente. Desde hace 12 años es directora de la biblioteca de Amicana y, a la vez, desde hace 37 se ocupa del Sistema de Información Documentación de la UNCuyo (SID). Su experiencia derivó en la licenciatura, pero también en formar parte de la comisión que durante años buscó establecer la carrera de Biblioteconomía en la UNCuyo. Se habilitó este año en la Facultad Educación Elemental y Especial y actualmente la cursan 70 personas. “Fue un logro muy importante –asevera–, sobre todo porque se piensa que no es una ciencia y los bibliotecólogos nunca fuimos vistos como profesionales. Esa es una carrera de grado muy importante ya que sirve para conocer la gestión de la información que servirá para que surjan profesionales de otras ciencias”. Sobre la elección de la carrera, explica que se inició trabajando en la biblioteca de la UNCuyo y con el tiempo “se despertó mi vocación. Además, exige tener un don especial de servir a los demás. Pero como toda profesión, requiere formación en idiomas, conocimiento de un contexto cultural muy amplio y el manejo de tecnologías”. Entre lo escrito y lo virtual Cada biblioteca es un universo particular y exige una gestión especial. Por caso, Noemí Fernández, directora de la biblioteca de Amicana, está rodeada de 15.000 libros, la suma de las 20 publicaciones periódicas y diarios en inglés, videos, diapositivas, casetes de audio y CD. Y además de los 500 usuarios directos, allí se atiende a diario a los de otras instituciones locales donde se enseña inglés. A la vez, trabaja en el Sistema de Información y Documentación de la UNCuyo (SID). Ahí es encargada de un taller de Gestión de Colecciones, es decir desde donde se arman las políticas de cómo se va a mantener, desarrollar y conservar la colección actual del archivo histórico de esa universidad, su videoteca y la biblioteca central, además de las de cada una de las 12 facultades. Esto es muy importante ya que a lo largo de estos años se produjo una transición en cuanto al modo de concebir a las bibliotecas. Fernández lo explica así: “Antes se ponía el acento en la cantidad de volúmenes, personal y edificios. Actualmente se enfocan en el usuario y cómo servir a sus necesidades. A partir de eso se forma la colección y se habilitan los servicios”. A ello se suma “el cambio que viene con las nuevas tecnologías, por lo que las colecciones de una biblioteca interactúan entre lo impreso y lo virtual. Todo eso exige el manejo no sólo de máquinas e internet sino también del caudal de tanta información para poder organizarla. De nada sirve entrar a internet si no se sabe calificar y evaluar los millones de datos que brinda”. Por su lado, como bibliotecaria del INTA , Norma Pieralisi pasa sus días entre 3.500 libros, 1.030 títulos de publicaciones periódicas y unos 2.500 folletos sobre viticultura, horticultura y fruticultura. Muchos pensarán que ese escenario la aburre, no obstante para ella resulta todo lo contrario, ya que tiene como extra la relación con los usuarios. “Esta biblioteca es atípica, ya que es para técnicos y el tema es muy puntual –explica–. Eso permite un contacto muy estrecho con los interesados: conozco qué están desarrollando, cuál es su plan de trabajo y trato de estar atenta a lo que llega y avisarles para que su labor sea más completa y actualizada”. Y aunque confiesa que disfruta lo que hace, acepta que “tal vez tengo mucho trabajo y estoy sola para hacerlo”.

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