Pero hay varios hechos curiosos sobre los que vale reflexionar. En primer lugar, se cuestiona uno de los pilares de un modo educativo que ha dado frutos altamente positivos en un contexto sumamente negativo. ¿No es llamativo que se produzcan tomas justamente allí y no en la facultades que acreditan conocimientos a miles de profesionales bastante mal formados?
En segundo lugar, ¿cuándo será el día que una protesta no sea para flexibilizar exigencias, sino para exigir que se las haga aún mayores, sobre todo si se tiene en cuenta que no existe una formación de excelencia que no se de sobre la base de un requerimiento estricto?
El sistema educativo argentino está en terapia intensiva, por lo cual cualquier ejemplo que haya logrado mejorar algún aspecto en un contexto de desmejoramiento debe ser imitado. Que haya quienes no perciban esto y propongan ir en sentido contrario debe mantener en alerta a las autoridades.
Es llamativo que en la Argentina la exigencia sigue produciendo escozor. Quizás sea porque impera ese sentido igualitarista de los caudillos que decía “naides es más que naides”, por el cual se corta cualquier cabeza que quiere sobresalir. Es altamente lamentable que en vez de comprender que las exigencias son en su favor, las interpreten en contra. A menos que se trate de personas a las que sólo les importa seguir, al precio que sea.