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Uno-Martes 19: “¿Quién es el loco?”

Bryce Echenique dialogará hoy con Federico Jeanmaire sobre “El Quijote y la lectura”, a las 19.30 en la Universidad de Congreso

20 de abril de 2005, 13:13.

Es uno de los más notables escritores de habla castellana. Le gusta decir de sí mismo que está “empachado de asombro”, y que su vida es la de un nómade que viaja a palabras, ciudades y libros.

Alfredo Bryce Echenique hoy está en Mendoza y está en el Quijote. Y esta tarde tendremos el enorme placer de escuchar al escritor peruano hablar de la obra y los personajes del creador de la novela moderna: Miguel de Cervantes Saavedra.

Junto al brillante narrador argentino Federico Jeanmaire protagonizarán un “Diálogo sobre el Quijote y la lectura”, a las 19.30, en la Universidad de Congreso (ver recuadro).

Bryce nació en Lima en 1939 y se crió en una familia de banqueros. Nieto de un presidente de la República y descendiente del último virrey del Perú, el escritor tuvo una infancia dorada y frecuentó los mejores colegios de Lima. Un mundo para Julius, su excepcional primera novela, retrata ese mundo frívolo y cruel de la alta burguesía limeña venida a menos.

A pesar de los malestares que le produjo una inesperada fiebre debido a los cambios de temperatura a poco de llegar a nuestra provincia, Bryce Echenique recibió a Escenario con una sonrisa plena, una mano cordial y una palabra, como siempre, brillante.

“Voy a hablar de todo lo novedoso que tiene el Quijote como novela moderna, como la novela que funda la novela contemporánea. Quiero hablar del humor de Quevedo. Ese humor cruel, duro, como un dardo envenenado destinado a ir a matar al enemigo. En tanto que el humor de Cervantes es una ironía que espera en la sombra”, explica Bryce Echenique apenas comenzado el diálogo.

–¿Cervantes es el primer escritor occidental en poner en duda la verdad?

–El Quijote es la primera novela que pone en duda todas las grandes certidumbres. ¿Qué es la verdad, el amor, la locura, la cordura, la literatura misma? ¿Quién es el autor, el narrador, cuál es la estructura de la novela? Esos y millones de ejemplos más. Esta novela es una enorme frescura y con ella empieza el humor, el humor realista, el humor con los pies en el suelo. Aquiles, Odiseo o cualquier personaje de la literatura anterior a Cervantes eran dioses, héroes perfectos. Nunca le dolían las muelas (risas).

–Casi nunca dormían, nunca se enfermaban…

–No, claro, eran perfectos. En cambio, don Quijote le dice en un momento a Sancho: “Vale más un diente que un diamante”. Es un humor prosaico.

–¿Cuál es para usted la diferencia entre comicidad y humorismo en el Quijote?

–La comicidad es algo buscado. El humorismo es gratuito. Nace. No hay una voluntad que valga para decir “yo ahora voy a aprender a escribir divertido”. Eso es imposible. ese quitarle el peso a todo lo grave, la reducción al absurdo inclusive de Cervantes es la gran marca de la modernidad, la gran juventud, la gran novedad del Quijote. Yo creo que todos somos tributarios de esa novela. Además, el Quijote es un cajón de sastre, porque contiene todos los géneros, el ensayo, el teatro, el melodrama, la parodia, la fábula.

–¿A esa conjunción se debe que el Quijote, 400 años después, nos siga interrogando?

–Es que esta novela cuestiona qué es la verdad, qué es la mentira. En un momento le dice a Sancho: “Anda, corre y dile a Dulcinea que yo como caballero que soy estoy obligado a amarla con pasión y locura”. Pero resulta que no la ha visto nunca (risas). Cuando uno ama a alguien, más o menos, la conoce, se han visto. Pero él no. El la quiere porque es parte de su verdad quererla, pero no la ha visto nunca. Entonces eso nos lleva a preguntarnos qué es el amor finalmente. Otra parte impresionante es cuando don Quijote y Sancho van cabalgando y llegan a la casa de un hidalgo rico que es poeta, un mal poeta. El poeta se da cuenta de que esos dos están locos pero cuando don Quijote lee en voz alta los poemas y le hace un gran elogio, el poeta se pone como loco de alegría. Entonces, ¿quién es el loco allí? (risas).

–¿Su novelística responde a esa tradición cervantina dentro del humor?

–Sí, claro. Y es precioso eso. Esa tradición cervantina comprende también a Camilo José Cela. Es que el humor irónico es bien castellano y llega muy bien y muy pronto a América Latina. Tenemos a Monterroso, a Cortázar, a Manuel Puig que introduce lo cursi, a Cabrera Infante y decenas de autores más. Ese es como el valor más eterno, más poderoso del idioma. Con el humor, con la ironía se logra el efecto de que nada es definitivo.

–¿Por qué dice usted que es más del bando de Stendhal que de Flaubert?

–(risas) Porque Stendhal es más romántico, es más violento, más apasionado, más vital. Flaubert es muy saludable (risas), más sereno. Yo soy muy vehemente. Y claro, me considero un gran admirador de Flaubert y considero que varias de sus novelas son obras maestras. Pero siempre me he tirado más para Stendhal, gran inventor, mitómano, juguetón, intruso, aventurero.

–¿Qué expectativas tiene respecto de su diálogo con Federico Jeanmaire?

–Las mejores. Federico y yo hemos estado ya un par de veces juntos. Hemos compartido varias actividades literarias en Madrid. El es un ensayista y novelista que respeto y quiero mucho. Acaba de publicar un libro estupendo sobre el Quijote. Es una persona muy autorizada. Seguramente la vamos a pasar muy bien.

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