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Uno: Mendoza, vista como modelo en la lucha contra el desierto

Fue analizada en una reunión de expertos de otros países realizada en el CRICYT. Se resaltó que si bien esta provincia fue alguna vez ejemplo, en los últimos años no actualizó su proyecto

09 de septiembre de 2005, 15:17.

Aunque el oasis engañe a los mendocinos, el 100% de la provincia es desierto. Por ello, Mendoza es considerado un modelo exitoso y muy famoso a nivel planetario de cómo el verde puede avanzar sobre las tierras áridas.
Y así fue analizado ayer en una reunión realizada en el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CRICYT), en la que expertos de todo el mundo intercambiaron conocimientos sobre los desiertos, los naturales y los que surgen por la acción humana.
Convocado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Punuma) y organizado por el Instituto Argentino de Investigación de Zonas Aridas (Iadiza), del CRICYT, en el encuentro hubo 20 expertos llegados desde EE.UU., Kenia, México, Japón, Noruega y el Reino Unido, además de dos especialistas mendocinos. Se trató en realidad de una “tormenta de ideas”, en la que cada científico expuso ejemplos de cómo adoptar los desiertos como un reto a superar.
“La idea es destacar la importancia de esos ecosistemas para el planeta en cuanto a los cambios climáticos, la ecología, la biodiversidad y la desertificación, es decir la fabricación de desiertos en zonas fértiles debido a la presencia del hombre”, explicó Elena Abraham, vicedirectora del Iadiza.
Las conclusiones alcanzadas serán parte de un libro que el Punuma editará en 2006 con motivo de ser el Año Internacional de los Desiertos y de la Lucha Contra la Desertificación, trabajo en el que la provincia tendrá un lugar importante.
“El motivo de que se tenga en cuenta a Mendoza es el mismo que llevó a elegirla como sede de este encuentro: es un caso emblemático a nivel mundial de modelo exitoso de cómo el desierto puede volverse productivo a partir de un modelo de desarrollo sustentable”, subrayó Abraham.
Igualmente, la especialista destacó que a pesar de que la provincia se desarrolló a partir del último cuarto del siglo XIX en condiciones de aridez, hoy no posee un modelo actualizado de adaptación a ese ambiente.
“No somos capaces de legislar con sentido de equidad territorial–manifestó–. Sólo 3% del territorio está irrigado y es donde se ubican los oasis. Todo se concentra en esa zona, mientras que en las que falta el agua la gente debe subsistir, lo cual impacta económica y socialmente”.
En ese sentido, bregó por buscar soluciones estructurales y no “de emergencia, para solucionar los problemas de quienes viven, quieren vivir y desarrollarse en esos sitios. Hay que apoyarlos con soluciones estructurales y no con asistencialismo o subsidios”.
 
Más interés por hacer crecer las zonas áridas
El 30% del planeta lo conforman tierras áridas y semiáridas, es decir: desierto. Unos 800 millones de terrícolas viven en esas zonas, entre ellos los mendocinos. Ahí reside el que estudiar el desierto y el proceso que convierte lo fértil en árido sea de suma importancia para el futuro del mundo y, por ende, de Mendoza.
Según explicó Exequiel Ezcurras, director del Instituto de Investigaciones de Biodiversidad del Museo de Historia Natural de San Diego (EE.UU.) el impacto de los desiertos para el planeta es inmenso. “Primero, por la extensión que ocupan, lo que hace que sean un ecosistema que no hay que ignorar –señaló–. A eso, hay que tener en cuenta que albergan una gran densidad de población en ciudades como Mendoza que han logrado surgir pese a la aridez”.
El otro gran impacto se relaciona con lo productivo. “Tanto la ganadería como la agricultura tradicional de esas zonas han llegado a un tope –aseguró–. Se suma el problema del agua, que en zonas áridas se evapora y dentro de 20 años comenzará a escasear, por lo cual se están buscando alternativas”.
Entre ellas destacó la agricultura en invernaderos, como se hace en Almería, zona desértica al sur de España. O el riego por goteo, que fundó colonias en Israel y fue clave en la reconversión vitivinícola argentina durante los ’90. “También se está la acuacultura, es decir el cultivo de organismos en el agua, ya sean peces o vegetales, como algas que se utilizan en la industria alimentaria”, añadió.
Además, los desiertos están siendo escenario de una transición de la economía productiva a la de servicios. Por caso, en Tucson (Arizona) se están conformando centros de investigación y desarrollo informático y científico, y universitarios. Los desiertos como ese son elegidos por la cantidad de días con sol y por ser más rentables que las ciudades en cuanto al valor inmobiliario. Se suma un crecimiento del turismo, sobre todo en los desiertos costeros como los de Baja California y Egipto.
Fabián Sevilla fsevilla@diariouno.net.ar

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