“Es muy difícil que vuelva a vivir en Mendoza, aunque todo lo que escribo esté relacionado con este lugar. Pero, como hablo en La edad de la ciruela, es un lugar mítico, una Mendoza perdida en mi memoria”. Así rememora, nostálgico, su tierra el dramaturgo Arístides Vargas, quien lleva más de 30 años en el exilio pero no pierde contacto con su gente.
Donde el viento hace buñuelos será la obra que lo devuelva a estos pagos, ya que –después de la experiencia similar con Jardín de pulpos– lleva aquí casi dos meses dictando otro seminario para alumnos de la Facultad de Artes y Diseño de la UNCuyo.
Hoy a las 13.30, el público podrá apreciar una cátedra abierta que este reconocido director y escritor dará en el aula-teatro de esa facultad.
Temas recurrentes en su dramaturgia vuelven a plasmarse en esta pieza, que se estrenará los próximos 29 y 30 en la misma sala.
“Gira alrededor la memoria y el exilio”, explica Vargas a Escenario en un recreo de su dictado. Detalla que eligió Donde el viento... “porque casi todos los personajes son mujeres, y en este grupo hay muchas mujeres”.
Pero hizo algunas modificaciones al guión original: “La escribí para que dos actrices representaran varios papeles, y en este caso, muchas actrices representan dos papeles”, aclara.
Entusiasmado por reencontrarse con sus olores de infancia, cuenta que visita seguido su ciudad natal, San Martín. “Como, con o sin obra, vengo igual a ver a mi madre, entonces aprovecho y trabajo un poco”, agrega.
España, Estados Unidos y Puerto Rico son destinos fijos para los trabajos de Vargas. Es más, en ciudades españolas dirige sus obras, en Ecuador mantiene el grupo Malayerba, que conformó apenas llegó exiliado, y con alumnos americanos hace el mismo trabajo que está realizando ahora con los mendocinos.
“Me encantaría que se juntaran, porque la única forma de desarrollarse es a través de la mezcla. Debes volverte bastardo de la cultura, una especie de fusión de formas culturales que permitan que tu cultura se desarrolle en otras direcciones”, expresa.
En ese sentido, tiene pensado llevar este año a Ecuador Jardín de pulpos. “Hay que movilizar la cultura, que una obra no se quede en la simple representación teatral, que sea conmovedora”, opina enérgicamente.
El tema del exilio surge naturalmente de su boca, ya sea cuando habla de teatro o de su vida personal. Y un largo silencio lo distancia de la entrevista cuando se le pregunta si volvería a vivir en Mendoza.
“Escribo en una forma neutral debido a que no vivo aquí, pero a esta obra la he argentinizado”, indica, y continúa: “Mi dramaturgia sería igual si viviera en mi país, porque el exilio es un no territorio, es un no espacio. Por más que uno sea portador de una cultura, en el momento en que entra en ese no espacio el mundo se vuelve diferente”.
En este momento, Vargas también está dirigiendo un trabajo sobre el Quijote de la Mancha, que expondrá en junio en el Festival de Teatro Clásico de Almagro, España.
“Tomé La verdadera historia de Sancho Panza, de (Franz) Kafka, que es un texto cortito, de media página. Con eso, más la visita que hice con mi hermano (Chicho) a una cárcel de los ’70 en Trelew, en donde estudié el teatro que se hacía en esa cárcel, hice un ejercicio para presentarlo en el marco de este festival”, destaca. Y resume: “Es una mirada nuestra sobre un Quijote reprimido, que encuentra la locura como posibilidad de salvarse en un contexto opresivo y mediocre”.
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