A los 54 años, Milca Vargas guarda un secreto a voces: todavía quiere cambiar el mundo. Y si bien queda claro que el mundo la ha desobedecido casi siempre, la mujer confiesa que ha invertido sus esfuerzos en lograr, al menos, desafiar sus propios límites. Y vaya si pudo.
Madre de tres hijos, único sostén de hogar y abuela de un bebé de un año y medio, se recibió de licenciada en Comunicación Social de la UNCuyo, con un promedio que alcanzó el mayor puntaje (9.59) entre sus colegas graduados durante el 2004.
Esto le valió un reconocimiento de la Federación Argentina de Mujeres Universitarias (FAMU).
Milca ingresó a estudiar Comunicación hace 10 años en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Ya en ese entonces estaba separada y tenía a su cargo a tres hijos adolescentes.
Para poder “parar la olla”, tuvo que desafiar una vez más sus propios límites. Debía trabajar doble turno como maestra en la Escuela Hogar Eva Perón, donde aún sigue ejerciendo la docencia, y continuar en la lucha sindical de los maestros, desde el SUTE.
“Estudiar una carrera de grado era una materia pendiente porque empecé a estudiar Sociología cuando era joven y tuve que abandonarla para irme a vivir al extranjero”, explica, y enseguida agrega que sus altas calificaciones se debieron “al temor de pasar vergüenza ante los profesores y mis hijos”.
Se confiesa una “enamorada” de su profesión y dice que desde allí “se pueden hacer muchas cosas por el pueblo. Además, la comunicación reúne dos cosas que amo: la escritura y las ciencias sociales”.
De su cursado en la facultad, Milca rescata a muchos profesores que le enseñaron la pasión por la carrera y se queja de la desarticulación entre teoría y práctica y de algunos programas de estudios “desactualizados”.
Además de su diploma con notas realmente envidiables, Milca atesora múltiples facetas. Hace décadas que se sumergió con la misma pasión a la literatura y a la militancia gremial.
Con la pluma no le fue nada mal, ya que escribió varios cuentos con los que ganó premios y menciones, mientras que en la rama sindical, Vargas vivió una militancia casi religiosa. En el SUTE llegó a ser miembro de la mesa directiva y estuvo a cargo de su revista gremial durante un año.
* Valeria Caselles / vcaselles@diariouno.net.ar