La crisis educativa es anterior a Cunietti y a Filmus (y mucho me temo que persistirá cuando ellos ya no estén) y obedece a una multiplicidad de factores acerca de los cuales sería preciso reflexionar largamente y en la que no son ajenos, desde luego, los gobernantes y los demás actores sociales. Me gustaría invitar a estos legisladores a palpar en el aula cuál es la realidad de los chicos, para –tal vez– apreciar en toda su dimensión la profundidad de esta crisis que refiero. Mientras tanto, podríamos preguntarnos: ¿qué lugar ocupa la educación en nuestra sociedad? ¿Por qué los chicos habrían de valorar el conocimiento? ¿Cuál es la jerarquía del educador en nuestro sistema de valores? ¿En qué medida la familia acompaña a sus hijos en su rol de co-educadora? ¿Qué grado de autonomía tienen los directores de escuelas? ¿Cómo se revierten tantas horas de Tinellis y Roldanes? ¿Cómo llenamos la ausencia o la indiferencia de los padres? ¿Cómo cambiamos la gaseosa por la leche o el jugo de frutas? ¿El piercing, por el jabón y el cepillo? ¿Y la violencia por la mediación dialoguista? ¿De dónde obtendríamos educadores no urgidos y comprometidos?.
¿Es preciso recordarles a estos preocupados señores y señoras que la escuela reproduce la vida?
María Rosa Fayad. Docente en biología. DNI 6.373.870