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Uno: Opinión: Presente y futuro de la universidad

Osvaldo Caballero, Rector de la Universidad del Aconcagua

12 de octubre de 2005, 12:42.

La Universidad del Aconcagua organizó juntamente con el CRUP (Consejo de Rectores de Universidades Privadas) y con motivo de celebrar su 40 aniversario, el “Seminario sobre presente y futuro de la universidad”, que culminó con el plenario de rectores de universidades privadas. Contó con la presencia de los rectores de la mayoría de las universidades privadas del país, quienes aportaron en ponencias y debates sumamente enriquecedores. Además se contó con la presencia del gobernador de la Provincia, ingeniero Julio Cobos; del secretario de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación Ciencia y Técnica, doctor Juan Carlos Pugliese; de la senadora nacional Silvia Ester Gallego, vicepresidenta de la Comisión de Educación del Senado de la Nación, y de la rectora de la Universidad Nacional de Cuyo, doctora María Gómez de Erice.
El trabajo que lleva a cabo la educación pública de gestión privada, como propiamente cabe denominarla, resulta de capital importancia por su contribución para el país y su significado para la sociedad, no sólo en cuanto se pretende formar las mentes de hoy y del mañana que conducirán directa o indirectamente sus destinos, sino que, sobre todas las cosas, serán los mediadores en la transmisión de los valores genuinos. En tal sentido cabe destacar el significativo crecimiento que el sector ha experimentado en las últimas dos décadas, tanto en la cantidad de instituciones educativas como en el índice de egresados de las mismas. En la década del ’90 el subsistema de gestión privada pasó de las 20 universidades que lo conformaban al número de 46, mientras que al presente contamos con 53, que representan hoy el 53% de dicho sistema. Asimismo, no es menor el dato sobre su matrícula de grado, que representa el 30% del alumnado universitario de Argentina, y entre los años 1995 y 2002 salió de sus aulas el 25% del total de los egresados del territorio nacional, con más de 110.000 graduados. Resulta también significativa la oferta de posgrado, que representa el 30% y que concentra el 10% de la producción científica. Desde su peculiar riqueza, la universidad pública de gestión privada en la Argentina del bicentenario tiene la obligación de reflexionar sobre esta experiencia histórica con el fin de consolidar su identidad en la formación de verdaderos ciudadanos.
La elocuencia de estos datos trascienden la cuestión estadística, ya que el crecimiento es indicador, más allá de los números, del protagonismo que el sector está teniendo en las transformaciones sociales y su afianzamiento. La tarea es sumamente delicada, porque no resulta sencillo distinguir (para poder separar) en nuestros tiempos los cambios verdaderos y enriquecedores de aquellos que son tramposos y nocivos para la sociedad. Somos conscientes del influjo de esta labor, tanto en la transmisión de valores tradicionales proclives a ser perdidos, como en el discernimiento de los novedosos que se instalan en el medio social y a los que no nos debemos cerrar. Para ello, nuestra responsabilidad social comienza en la generación de redes que sean capaces de integrar prudentemente el desarrollo de toda la sociedad, articulando los esfuerzos de los diversos sectores. Lógicamente, nuestro primer y principal compromiso social es con la educación, y los demás esfuerzos en la promoción de la justicia y el desarrollo están subordinados a éste; en tal sentido, la función de la extensión resulta significativa. Desde esta perspectiva cobra sentido la solicitud del ingeniero Julio Cobos a los rectores: “En vez de adecuarnos a los cambios, tendríamos que anticiparnos, es decir, poner rumbo”. En un mundo de cambios, donde el conocimiento se duplica en períodos más cortos, la universidad debe saber dar respuestas rápidas y contundentes para anticiparse y ser más audaz.
No podemos dejar de lado el hecho de que los profesionales y técnicos graduados en nuestras universidades, tanto de gestión privada como pública, se destacan en todos los lugares del mundo en que ejercen. Nuestra labor, por tanto, trasciende nuestras propias fronteras. De esta realidad contundente, de la capacidad de adaptación y creatividad propia de los argentinos, se desprende nuestro principal objetivo: la formación de hombres y mujeres de bien, capacitados intelectual y operativamente para afrontar cualquier situación y desenvolverse en cualquier ámbito, no con fines egoístas sino guiados por la conciencia de que el progreso personal está íntimamente ligado al desarrollo social y que la educación debe ser un instrumento para la construcción de la paz y de un mundo mejor para todos.
 

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