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Uno-Sábado 10: Cartas de lectores: El gran maestro de la República

Señor Director: Toda la República debe ser una gran escuela. 11 de setiembre, Día del Maestro.

12 de septiembre de 2005, 12:47.

Una inmensa suma de esfuerzos, de fe en sí mismo y de confiada tenacidad en su destino debió emplear Sarmiento para cumplir la misión que con despejada y resuelta voluntad se había asignado. Porque para él las aulas y el libro fueron siempre, ante todo, las herramientas y el ámbito de una tarea misional que inició en la adolescencia y que no pudo terminar sino con la vida misma.
Empuje brillante y batallador, abierto a todas las directivas humanas, vulgarizó sus ideas sobre inmigración, libre navegación de los ríos, supresión de aduanas interiores y muchas otras cuestiones económicas que siguen siendo aún fuente de consulta y observación. A él también se le deben la introducción en el país de la semilla del eucaliptos y el alambrado de los campos.
Amaba su misión profundamente porque creía profundamente en ella, y es esa fe la que a veces le dictó muchas de las amargas reflexiones contra la triple cobardía del egoísmo, el miedo y la hipocresía. Hizo progresar al país ahuyentándolo de las tinieblas de la ignorancia que envolvían a sus habitantes, creando escuelas, métodos de enseñanza y difundiendo buenos libros. La Escuela Normal Nacional de Paraná, su creación de gran valía y su fama, se nutrió porque le dio al país hombres que figuran en nuestra historia de la educación, como la Escuela Minera de San Juan, que luego se constituyó en Facultad de Ingeniería.
Soñando que el país fuera una gran escuela asumió la Presidencia de la Nación en 1868 cuando tenía 57 años de edad, instaurando lo que fue llamado el “Ejecutivo fuerte”. Se lo llamó “loco” por su dinamismo emprendedor, mote que no lo abandonó nunca.
Estaba enriquecido intelectualmente cuando se sienta en el sillón de Rivadavia, la experiencia provechosa de haber residido en Estados Unidos y recorrer Italia, España, Francia y algunas regiones de Africa, fecundas semillas que le dan pujanza a su accionar.
Valora a los yanquis que están construyendo una fascinante nación, le asombra vivamente de lo que sería el eje del equilibrio político mundial. Piensa en los países que ha recorrido del otro lado del Atlántico y se conduele de la fatuidad de los estadistas de Londres o París, que siguen abrigando la ilusión de gobernar el mundo. Vuelve para recoger la sucesión presidencial y, en el regreso, frente a Brasil, volviendo sus ojos a su patria y al recuerdo, piensa: “Seré pues presidente. Hubiera deseado que mi pobre madre viviese para que gozase en la exaltación de su Domingo...”, y al recuerdo de doña Paula, vivo siempre, se añade el de las mujeres que lo amaron, que lo aman aún, porque “esa otra rama del árbol de las afecciones, escribe con orgullosa ternura, se halla, a Dios gracias, en plena florescencia”.
Volvía para realizar sus viejos sueños y se sentía confiado en la mejor de las estrellas, porque ya no estaba solo, lo acompañaba el recuerdo de su madre, la antigua devoción filial y lo llamaba el amor de las hermanas, de la hija, el dulce afecto de las amigas elegidas, y algún amor profundo aunque secreto, retemplando el vigor para la lucha, porque no estaba solo.
Nadie puede hacer algo, ser alguien, estando solo.
Sarmiento empleó su pasmosa actividad y su sobresaliente inteligencia en el progreso de su patria y en el bienestar de sus compatriotas. Su vida es una alta cátedra de labor y patriotismo.
La decadencia educacional abarca toda América, dijo. La ignorancia de un pueblo hay que corregirla, “hay que educar al soberano”.
¿Y cómo hizo? Buscó la explicación de un drama, la luz que podría penetrar en las tinieblas de la confusión que nos rodeaba y la buscó en el arquetipo de ese viril instinto criollo que se ha revelado siempre contra la opresión y la injusticia.
Fue un hombre ocurrente y pintoresco, a quien no puede achicar crítica alguna y cuesta delinear su difícil y enmarañada figura.
Son señaladas acciones de su vida que bastan para labrar el mármol imperecedero de su consagración histórica. De pocos argentinos puede decirse como de él, que es un gigante de nuestra historia, y que su recuerdo nos hace participar de un mundo mejor. Debemos tenerlo presente, porque marcó una época y con su ejemplo vivirá siempre en la admiración del mundo. Al decir de Sarmiento “La gloria es eso: vivir por los siglos y sobre la mayor extensión posible de la tierra”.
En homenaje a este ilustre prócer de la educación y el Día del Maestro se debe proteger la gran responsabilidad que le compete a los educadores en la delicada tarea de promover la creatividad y la innovación en este importante campo de la actividad social.
Los padres deben cumplir con su rol con todas las consecuencias. Deben tener coraje para marcar los límites. Deben comprender que la libertad es limitante y no ilimitada.
La falta de calidad educativa de hoy no es imputable a los maestros, que prestan servicios atemorizados y por consecuencia, su salud quebrantada y agobiados económicamente con remuneraciones extremadamente bajas, realizando tareas que cobijan en aulas excesivos alumnos por división, que hace imposible la educación personalizada y el seguimiento personalizado de los educandos.
Desde esta Cámara Empresaria apoyamos la propuesta del Precoloquio de Idea, que la educación debe ser una política de Estado, cumpliendo el rol que le compete, proveer recursos para la educación y la aprobación de la Ley de Financiamiento Educativo, como baluarte del bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810. La figura del maestro debe ser apoyada por el Estado, los padres educan y el maestro enseña.
El contenido educativo debe ser compatible con las exigencias, las posibilidades de trabajo y el desarrollo de su futura vida útil laboral. El mundo globalizado aproxima cada vez más las tecnologías más sofisticadas a la vida cotidiana. Estudiar se convierte entonces en una necesidad social, hoy insatisfecha, que nos obliga a extremar la imaginación al estilo Sarmiento, para que la educación alcance el nivel que corresponde, si queremos un país desarrollado. Si la pobreza es un obstáculo, debe dejar de serlo, hay que superarla contribuyendo con responsabilidad. Las desigualdades, las limitaciones económicas, crean problemas sociales y que ponen en conflicto las aspiraciones de la educación y la realidad cotidiana y vivencial.
Sarmiento, un gigante de nuestra historia, su labor nos insta a participar de un país mejor. Feliz Día del Maestro.
Leonardo Ruppi LE 6.875.766 Presidente Cámara Empresarios y Profesionales de Las Heras
 

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