Por un lado se ha anunciado una inversión hotelera de $116 millones que incluirá un hotel de cinco estrellas y tres unidades más en diversos puntos de la provincia, y además se dio a conocer la ampliación del barrio privado Palmares en una extensión que será tres veces la ya existente, con la consabida inversión y creación de puestos de trabajo.
Pero por otro lado seguimos sin poder transformar ese progreso, esa pujanza, similar en algunos aspectos a la de las mejores épocas mendocinas, en una corriente de funcionamiento social y económico que llegue a mayores porciones de la sociedad.
No es correcto caer en la frivolidad de insinuar que si se están haciendo todas esas cosas es porque hay muchas personas que las puede consumir, pues esa visión no logra disimular que también hay muchos que están fuera de toda posibilidad de consumo. Pero de todos modos no se puede negar que esos emprendimientos también son reales y que se podrían potenciar si otros aspectos se encaminaran.
Lo que hay que plantearse es si la situación por la cual no funcionan los hospitales, la educación universitaria está detenida, los sectores estatales, incluidos los magistrados, están en estado de permanente ebullición no atenta contra la posibilidad de crecimiento de la sociedad toda.
Mientras se planea un hotel cinco estrellas y otros emprendimientos que necesitarán de personas que conozcan idiomas y estén capacitadas en diversas áreas, chicos que podrían estarse entrenando para ocupar esos puestos no tienen clases. Ni tampoco se pueden curar personas que podrán tener trabajos a raíz de las inversiones que se producirán en la construcción y que llevarán a crear también otros puestos laborales.
Mientras por un lado hay una corriente de crecimiento, progresista, de futuro, hay otra corriente que frena, traba, incumple. Las dos Mendoza están ahí. Alguien tiene que conducir el proceso para que sean una sola y generen riquezas para más personas.