–¿Cómo fue la relación de Cortázar con la Universidad Nacional de Cuyo?
–En 1944, a Cortázar le ofrecieron ocupar una cátedra que un amigo había tenido, y la aceptó. En ese tiempo, las cátedras no se daban por concurso. Un conocido, que había sido compañero suyo en los pocos meses que pasó por la facultad, fue quien le ofreció el cargo. Esta fue su única experiencia como docente universitario.
–¿Cómo fue dando con los materiales que sirvieron para el libro?
–No me puse a investigar para la escritura del libro, sino al revés. Cuando descubrí que Cortázar había sido profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, donde yo estudiaba, resultó un dato muy importante para mí. Así, a través de los años, fui encontrándome con cosas relacionadas con ese paso. En un tiempo, a la vez, consulté archivos, y hasta escribí una novela con ese material. Y este año apareció una correspondencia entre Cortázar y Lida Aronne y otra con Sergio Sergi, que me llevó al libro.
–Hay en el libro textos casi inéditos, como un par de poemas…
–Esos dos poemas, aunque habían sido publicados, tienen por primera vez difusión masiva. Ambos están dedicados al plástico Sergio Sergi, y si bien son poemas íntimos, también es evidente que tienen un gran nivel. Son poemas de un poeta.
–¿Qué huellas dejó Cortázar en su paso por Mendoza?
–Cortázar dejó su magisterio. Hubo alumnos de él que hasta hace poco han estado dando clases, como Emilia de Zuleta y Dolly de Lucero, las más representativas. Además, dejó publicado un artículo sobre John Keats. Y, sobre todo, una leyenda, a veces tergiversada por la fama que él adquirió después, pero que da cuenta de la importancia de su paso.
–¿Cómo fue su relación con Sergi?
–Cortázar encontró en Sergi a un artista. Y para él esa relación tuvo un enorme impacto. El se refiere muchas veces a Sergio en sus textos y su correspondencia, que fue interrumpida sólo por el plástico, un hombre más bien parco. Pero tan importante fue su amistad que, 28 años después de su paso por la Universidad, cuando Cortázar vuelve a Mendoza, las únicas tres personas que lo esperan en la estación de trenes (venía de Chile por una entrevista con Salvador Allende) son Sergi, su hijo, Fernando Hocevar, y la esposa de éste. Eso lo cuenta Osvaldo Soriano, quien cubrió el hecho como periodista.
–En el libro aparece la hipótesis de que Cortázar se inspiró en un grabado de Sergi para escribir Casa tomada…
–En 1984, Cortázar dio una entrevista a Omar Prego Gadeo, donde contó que el cuento surgió de un sueño. Pero si uno ve el grabado Casa vieja, que Sergi realizó en 1930, parece evidente. Quizá incluso la pesadilla de Cortázar haya surgido de allí. De ese cuento ha habido muchas interpretaciones, todas referidas a que se trata de una metáfora del peronismo. Pero el texto Cortázar ya lo tenía escrito desde antes del peronismo.
–¿Es posible que el Cortázar político haya surgido aquí?
–Cortázar siempre dijo que de joven él no fue político. Pero aquí dejó en claro que actuó políticamente en sus posturas por las luchas internas que había en la universidad. En ese tiempo, él era un liberal clásico, sin las connotaciones actuales. Y si bien no puede decirse que era otra persona, terminó siendo alguien distinto.