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Uno-Sábado 25: “En teatro no tenemos muy claro qué queremos decir”

El actor y director Víctor Arrojo se apresta a estrenar hoy una nueva obra. Se trata de El inspector, clásico de Nikolai Gogol. El fundador del elenco Cajamarca repasa su frondosa tarea como puestista y reflexiona sobre la escena local

27 de junio de 2005, 14:04.

Esta podría ser su obra número 50. O 70. Pero él no lleva la cuenta. Después de casi tres décadas de teatro, el actor y director Víctor Arrojo sigue atento los detalles de su nuevo estreno, a las pulsaciones de sus nuevas necesidades artísticas. Ahora versiona un clásico del teatro: El inspector, de Nikolai Gogol (1836), con su elenco Cajamarca.

Considerado uno de los grandes formadores de actores locales, Arrojo es el flamante director de la carrera de Teatro de la UNCuyo y como docente tampoco deja de soñar. “Quiero que en la facultad se cree una revista, que haya más comunicación, más participación y compromiso”, promulga en pose de militante.

Por otra parte, adelanta sobre la nueva puesta de Gogol que su versión no está ambientada en el siglo XIX: “Hay un juego temporal que está dado por el vestuario, para trabajar esta idea de que la corrupción está presente en la historia del país. No es de corte naturalista, no hay grandes ambientaciones de escenografía. Se trabaja con el concepto de dispositivo escénico, que es más amplio que el concepto de escenografía”, detalla (ver recuadro).

–¿Estrenarla en el Independencia le da otra dimensión a la puesta?

–El Independencia da la posibilidad de atrapar a un público cautivo, de que ese público más numeroso del que va a nuestra sala empiece a conocer el teatro independiente y así se acerque a nuestro espacio. Para nosotros sirve para ese “ida y vuelta”, para que la gente conozca Cajamarca porque allí pasa el 80 por ciento de lo que hacemos. Creo que ésa es también la hipótesis que está trabajando Marcela Montero (directora del teatro Independencia).

–Retrocediendo el tiempo, Ernesto Suárez me confesó que le gustaría reponer este año cervantino Ladran, Che, obra de Carlos Alsina que ustedes representaron en los ’80 y ’90…

–¡Uh!… me traés los mejores recuerdos. Pero me voy a tener que teñir el pelo (ríe). Es una de las grandes obras que hice, y fue bárbaro hacerla con el Flaco, y dirigidos por el propio Alsina. Siempre me quedé con el gusto de profundizar el personaje del Che. Para él y para mí fue un desafío terrible meterse en los personajes de dos grandes íconos de la cultura (se refiere al Che Guevara y al Quijote de la Mancha). Ahora los dos estamos con muchos compromisos, tenemos que terminar de ajustar detalles, pero si no es este año, la obra sigue estando en carpeta. Me gustaría que sea a fin de año.

–¿Qué obra de las que participaste, como director o como actor, te quedó en el tintero para reponer?

–(Piensa). Todas (ríe). En general, yo tengo un límite en la repetición. Más que reponer, me gusta poner. Pero es cierto que ahora me encuentro en una situación en el teatro en la que veo que no tenemos muy claro qué queremos decir. Hay una crisis en muchos de nosotros en esto de ir encontrando un mensaje contundente, claro. En esta situación, uno se encuentra con que es mucho más placentero retomar textos hechos porque ya funcionaron. Por ejemplo, ahora estoy dirigiendo un elenco de La Pampa (Teatroké). Con ellos monté Cámara lenta, obra que había hecho en mis inicios y que con este grupo llegó hasta la última Fiesta Nacional de Teatro. Ahora estoy montando con ellos El zapato indómito, un texto inédito de Leo Maslíah que hice en Mendoza hace más de 10 años. Esta revisión sí es un caso concreto de lo que me preguntabas y que me da mucho placer volver a releerla.

–¿Por qué no la repusiste con tu elenco mendocino?

–Lo haría con Cajamarca. Pero yo creo mucho en la visualización de los actores para determinados trabajos. El problema que siempre hay que manejar con inteligencia en la producción teatral es el concepto de grupo y el de producto artístico. No hay que presionar lo artístico en función del grupo. Con la experiencia de estos años, me doy cuenta de que los grupos tienen que madurar o esforzarse en la búsqueda del repertorio para que lo que representen no sea forzado, que fluya de acuerdo a la realidad del grupo. Por más que a mí me encantaría hacer tal obra, si el elenco de Cajamarca no me da para hacerlo, eso es muy genuino, no hay que presionarlo. No se hace y punto. En la televisión vos podés hacer una ecuación y forzar a la salida de un producto. En el teatro independiente eso no se produce. Igual, con Cajamarca siempre pensamos en el espectador, pero no abandonamos obras que queremos hacer aunque sabemos que no van a tener gran convocatoria. Por ejemplo, vamos a estrenar El aumento, un texto minimalista de George Pérec, opuesto al de Gógol.

–¿Cómo se hace para mantener el mismo discurso sobre las tablas después de dos décadas en teatro?

–La forma de pensar se mantiene. Uno va cambiando los paradigmas. A mí siempre me movilizó trabajar el tema del poder, en todas sus dimensiones. Pero lo importante es tener el impulso, la necesidad de hacer teatro. Los que estamos en la rueda de producción nos tenemos que cuidar de no hacer obras sin ese impulso.

–Hablando de poder, ¿quién lo tiene en tu casa? ¿Sandra (Viggiani) o vos?

–Nuestros hijos y el perro. Aunque no es fácil tener en casa a una muy buena actriz, requerida y con sangre siciliana…(ríe). Llevamos 24 años juntos y tenemos una pareja feliz, siempre hemos defendido a la familia ante la profesión. Nos gustaría actuar más juntos, pero ¿quién cuida los hijos?

* Carolina Baroffio / uno_escenario@diariouno.net.ar

 

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