Este nuevo timonazo se viene a sumar a otras medidas que ya han dado frutos, como los globales y la calificación numérica. No hay que dejar de advertir que todas las medidas más acertadas de los últimos tiempos no hacen otra cosa que volver a reconquistar lo que tuvimos y se perdió. Otra vez se da la paradoja de que para ser progresistas parece que hay que ser conservador.
Siguen pendientes dos aspectos en los cuales se está trabajando duro, pero que se tienen que apuntalar: la disciplina y la exigencia. Si bien los globales han sido una buena señal, se debe reconstituir en la enseñanza ese criterio de que mientras más se exige mejor y más se aprende. Que la exigencia no es una maldad, sino, por el contrario, una condición inevitable del buen resultado educativo. Con respecto a la disciplina, aunque está claro que tiene condicionantes sociales ligados a procesos económicos y al crecimiento de la violencia, también es cierto que sería bueno probar de poner otra vez algunas cosas en su lugar, como su la escuela fuera un gabinete experimental. Disciplina no significa castigos corporales o martirios espirituales. Quiere decir que el que quiebra las leyes de convivencia básicas debe ser sancionado con todo el peso de las normas y sin que pesen finalidades subalternas al proceso educativo, como a tan mentada contención a cualquier precio.
Un papel esencial le toca al docente, de allí que bienvenidas sean todas las medidas que se tomen para mejorar su condición laboral. Además sería bueno que vuelvan a tener mayor apoyo institucional, sobre todo frente al avance absurdo de los padres en la tarea docente.