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Uno-Sábado 3: Hoy por hoy: Reagrupar prejuicios

El debate sobre el arancelamiento universitario suele estancarse porque sin analizar los diversos aspectos del problema imperan los prejuicios ideológicos y en vez de pensar se los reagrupa.

07 de septiembre de 2005, 09:34.

La progresía, que ha constituido un neoconservadurismo paralelo al neoliberalismo que tanto critican, pone los ojos en blanco y se niega a tratar el tema porque lo considera la puerta de entrada de todos los males. En función de no dejar pasar esos supuestos males se niega a mejorar algo que es desastroso.
El cóctel argentino de una universidad sin aranceles, con ingreso irrestricto y con bajos niveles de exigencia, es el peor posible.
En la práctica, no en las teorías que se suelen esgrimir, los más pobres de la sociedad no llegan a la universidad, porque el desgranamiento que se produce previo a ella los deja en el camino. O sea que el no arancelamiento en nombre de la pobreza es una enorme hipocresía. La Argentina no tiene ningún método para igualar en oportunidades a quienes tienen menos recursos; incluso, ni siquiera existe un modo de detectar talentos especiales entre los más pobres para protegerlos y promocionarlos mediante becas o algún otro sistema.
En la práctica, con este esquema que los neoconservadores de la progresía no quieren que ni se toque, los jóvenes de menos recursos tienen asegurada su exclusión del sistema. Si hubiera un método para que quienes tienen recursos paguen, esos pobres marginados podrían tener métodos de financiar sus estudios.
La gran trampa es que no se discutan los temas sin prejuicios y buscando realmente soluciones.
En Irlanda es interesante lo que han hecho. Antes las universidades estatales eran aranceladas. Hoy son gratis incluso las privadas, que reciben subsidios, para que quien quiera pueda estudiar. Pero la gran diferencia con nuestro sistema es que hay un favorecimiento hacia las carreras que tienen más demanda laboral y todas las casas de estudio, públicas y privadas, tienen enormes rangos de exigencia para que el dinero de los contribuyentes se destine realmente con efectividad y a quien demuestra con su rendimiento que merece lo que está recibiendo. Como se ve, no se trata sólo de pagar una cuota o no, sino de animarse a pensar.

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