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Uno-Sábado 3: La inseguridad, objeto de análisis

Por Alejandro Poquet, Director del Instituto de Ciencias de la Seguridad de la Universidad de Congreso

05 de diciembre de 2005, 12:58.

Mendoza ya tiene un libro sobre seguridad (Lineamientos para un sistema de seguridad pública democrática y eficiente para la provincia de Mendoza). Días atrás fue presentado a la sociedad en la Universidad de Congreso. Sus autores son profesores de esa casa de estudios y especialistas del Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia. Se trata de un enfoque integral e integrado de las cuatro áreas que conforman el sistema público de seguridad provincial: prevención social, sistema policial, sistema penitenciario y sistema de enjuiciamiento penal. A la par de un diagnóstico de la conflictividad y de la respuesta institucional en cada una de esas áreas, se formulan lineamientos para modernizar y adecuar las instituciones provinciales de seguridad a las actuales exigencias.
En este trabajo de investigación, que llevó más de un año, se relevaron y analizaron datos sociales, policiales, judiciales y penitenciarios, y se realizaron innumerables entrevistas a actores locales, como policías, funcionarios políticos y judiciales, ministros y al procurador de la Suprema Corte de Justicia; intendentes, comerciantes de la UCIM, vecinos, ONG, periodistas. La labor concluyó con tres talleres de discusión coordinados con los subsecretarios de Justicia, Seguridad y Relaciones con la Comunidad del entonces Ministerio de Justicia y Seguridad.
Este proceso de gestación plural y participativa indica que se trata de un libro que gran parte de la sociedad mendocina estaba esperando. Entonces rectifiquemos, antes de poner el énfasis en el hecho de que Mendoza tenga un libro (con la posibilidad implícita de haber sido adquirido en tierra ajena) corresponde celebrar que fue en nuestra provincia donde se gestó el primer libro sobre seguridad, primero incluso para la Nación y las demás provincias.
Sí, aunque cueste creerlo. Son las paradojas de estos tiempos vertiginosos y confusos. La inseguridad es uno de los temas más preocupantes de la actualidad. No obstante, la seguridad como disciplina teórica es tierra de nadie o de todos, lo que es lo mismo que decir que no es un ámbito merecedor de pensamiento sistemático, técnico. Por doquier hay estallidos epistemológicos que modifican los límites del saber, pues el paso del tiempo y la dinámica de las demandas son implacables con las miradas estrechas acerca de la realidad. Alcanza con un ejemplo, la economía invadida por las matemáticas y la psicología, al punto de estimular con el máximo galardón varios de esos sincretismos científicos. A pesar de ello, el creciente caudal de violencia no ha logrado todavía romper los rígidos diques del tratamiento del tema de la seguridad. Esta, increíble y peligrosamente, aún continúa siendo abordada (¿usurpada?) normativamente o policialmente.
La primera actitud es similar a la del hombre primitivo. Sobreestimar códigos y leyes aisladas no es muy diferente a estar convencido, como el cavernícola, de que la pintura de la presa en la caverna asegura el éxito de la caza. La segunda se identifica con la lógica de las historietas o películas de acción: frente a cualquier villano siempre habrá un héroe, al que por sus dotes extraordinarias le estará permitido apartarse de la ley para hacer obedecer la ley.
No hay que cansarse de repetirlo, pues se trata de una labor pedagógica, que impacta en la cultura: en la seguridad confluyen –deben confluir– diversas disciplinas, de cuyo encuentro surge un sistema teórico diferente y superador de cada una de aquellas disciplinas. ¿Puede el policía realizar un diagnóstico institucional de un municipio, construir una red institucional que coordine las acciones con el resto de las instancias gubernamentales e implementar emprendimientos locales perdurables, que se autogestionen en el tiempo (lógica de la devolución y no del asistencialismo)? ¿Está en condiciones de hacerlo el abogado de formación tradicional, entrenado no ya para solucionar conflictos sociales sino para meramente definirlos cuando no para promoverlos? Con una capacitación basada en el culto a las normas ¿hay idoneidad para detectar las deficiencias organizacionales del Ministerio Público Fiscal y proponer una adecuación de su estructura organizativa y funcional a los requerimientos del nuevo Código Procesal Penal? ¿A qué instrumentos teóricos se recurrirá para que la variedad de reclamos de las víctimas pueda ser canalizada por los fiscales según la especificidad de cada problema, en un contexto de sobrecarga de tareas? ¿Puede una institución sin ayuda externa, por ejemplo la Policía, alcanzar niveles de excelencia en la formación de su recurso humano, cuando ello implica modificar hábitos centenarios? ¿Está capacitada esa corporación para terminar con el comisario “todo terreno” e instrumentar las modernas divisiones conceptuales que hacen del policía un profesional especializado (como cualquier otra profesión), acorde a las actuales y complejas modalidades delictivas? ¿De dónde se extraerán las herramientas conceptuales para el diseño e implementación de la dignificación del penitenciario, a fin de que termine de ser un portero de la violencia y se convierta en experto en mediación y resolución de conflictos? ¿Quiénes serán los encargados de organizar a los vecinos en un espacio común, para posibilitar con el tiempo un sentido de pertenencia y pensamiento colectivos sobre los problemas y soluciones del lugar? ¿Qué instrumentos se utilizarán para la medición del grado de éxito o fracaso de los programas que se van poniendo en práctica?
En esta línea se inserta el libro recientemente lanzado. Como se podrá deducir, es un volumen incómodo a las usuales y vacías consignas: garantismo versus autoritarismo, mano dura versus mano blanda. Por el contrario, a medida que se recorren sus páginas se ve con claridad la falacia que encubre esa mirada maniquea: una impotencia teórica y operativa, y se comprende su razón de ser: simular una pose de seriedad, eludir una respuesta en la fugacidad de la entrevista mediática, aparentar una propuesta en medio de las proclamas preelectorales, expresar un sentimiento atávico en momentos de dolor.
En el fondo se trata de una obra que promueve cultura, que estimula la conversión del individuo en ciudadano responsable de la cosa pública, que practica el ejercicio de la razón, que denuncia la ineficacia del irracionalismo vindicativo, que se mueve entre matices, lejos de los extremos, que busca afanosamente la eficiencia de las instituciones sin olvidar que esa búsqueda sólo puede ser posible con las reglas de juego de la democracia y el Estado de derecho. Como alertó un jurista, los asados de brujas en el medioevo no fueron democráticos, por más que fueron aclamados por la multitud.
Ahora claro, un libro puede no ser más que un objeto en un anaquel. Depende del lector si las ideas que contiene comienzan a recorrer nuestras calles.

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