Así oímos hablar de la intangibilidad del sueldo de los jueces y de la indexación por inflación de esos salarios o de la inconveniencia de la compensación de deudas entre el Estado provincial y Obras Sanitarias, para no entrar en los trabalenguas que se escuchan cada vez que sale el tema de la licitación del transporte público de pasajeros o en los complicadísimos vericuetos de los intríngulis de los cambios en educación trabados en la Justicia o de los conflictos que paralizan a la Universidad Nacional de Cuyo, incluidos sus colegios secundarios, y la salud pública, en la que los hospitales sirven más para hacer asambleas que para atender y curar. Y podríamos seguir hasta el hartazgo y la saciedad. ¿Qué esconden detrás todas estas extrañas construcciones verbales?
Nada más y nada menos que la enorme incapacidad de nuestra dirigencia para acordar los temas, ponerlos en marcha y terminarlos.
Se ha hecho casi una especialidad local la elaboración de excusas y explicaciones de por qué no se hacen las cosas, pero sigue sin aparecer un elenco de dirigentes que encuentre los modos de interactuar para sacar adelante los temas y que la UNCuyo y sus colegios funcionen, se renegocie el contrato con Obras Sanitarias, los hospitales atiendan, el transporte público sea un ejemplo de calidad para todo el país, los jueces ganen sueldos buenos y justos obtenidos porque son magistrados impecables y no porque tienen los resortes para hacer funcionar mecanismos “perversos”, la educación cuente con las materias que permitan mejorarla y así hasta tener una provincia con todos tirando en una misma dirección.
Pero no. Todo es conflictos sin resolver, alargados en el tiempo. Quizás con el transporte como el máximo exponente, pero con el resto de los temas planteados como ejemplos a tener en cuenta.
Y en esta no se salva nadie, ni siquiera los medios, que a veces contribuimos con confusión donde debería existir claridad. Tenemos un compromiso con la provincia. A cumplirlo.