La extensa exposición se realizó en el Centro de Informaciones y es el primero de tres informes de un estudio que la Universidad ha titulado Marco Estratégico Mendoza 2012.
Ayer fue el turno del análisis ambiental. Los especialistas alertaron sobre el crecimiento urbano que presenta “dos direcciones equivocadas, una hacia Luján, departamento apto eminentemente para cultivos, y otra hacia los cerros, dejándose de lado que es una zona riesgosa por los derrumbes ocasionados por los temblores”, según apuntó Rosa Fader, secretaria de Extensión Universitaria de la UNCuyo y coordinadora del Marco Estratégico.
El trabajo utiliza el término “estrés hídrico”, una medida que representa la cantidad de agua dulce disponible por habitante de un área geográfica en determinado tiempo. Para considerar que este indicador es crítico se tiene en cuenta un volumen de agua dulce inferior a una banda que va de los 1.000 a los 1.700 metros cúbicos anuales por habitante.
Para proyectar los riesgos hídricos a diez años, el estudio especifica que hoy, este índice “desciende a los 1.560 en el Gran Mendoza, que se abastecen de la subcuenca del río Mendoza perteneciente a la Cuenca Norte”.
El panorama, se aclaró, es más optimista en otras zonas, como en la Cuenca Sur, donde el valor es de 2.100.
Entre las principales causas de pérdida de agua se ponderaron cuatro.
• La primera se da en los canales e hijuelas sin revestir o con revestimientos deteriorados. Estas filtraciones no son iguales en todos los cauces ni en todos los tramos: son mayores en los canales ubicados en terrenos más permeables. Las aguas filtradas desde los cauces son en muchas ocasiones motivo de saturación y salinización de los suelos. A este tipo de falencias se la conoce como pérdidas de conducción-distribución, ya que se produce fuera de la zona cultivada, en el tramo comprendido desde la cabecera del sistema hasta la boca de la parcela, de acuerdo con el informe que la UNCuyo puso a disposición de la provincia.
• La segunda, denominada de aplicación, es un uso excesivo de agua para riego agrícola.
• La tercera, administrativa, se origina por un manejo ineficiente de la red de canales y los turnos de riego, produciéndose la derivación de caudales indebidos que luego no se aprovechan.
• Por último, existen las pérdidas por uso doméstico e industrial. En el caso del agua para consumo humano se consideró que la eficiencia del sistema de distribución es baja: de una producción estimada de 614 litros por habitante y por día, se consumen 410 litros. Así, esa eficacia es del orden del 67% y el resto se pierde.
Al respecto, se dedicó un apartado porque “la tarifa no es por volumen sino por canilla libre, lo que no genera los incentivos económicos necesarios para realizar un consumo adecuado”. No obstante se hizo una salvedad porque en este tipo de uso se devuelve al sistema, luego de un tratamiento secundario, más del 80% de agua asignada.
Los maltratos al ambiente
La investigación se dividió en cuatro áreas, donde se enumeró una serie de problemas que varían según el ambiente de que se trate. Por ejemplo, en la sección ecosistemas naturales se habló de la escasa presencia de áreas protegidas ya que las 13 existentes en Mendoza representan sólo el 4% de la superficie total del territorio provincial. Y para alcanzar la meta nacional e internacional se debería tener “al menos 10%”, versa en el trabajo.
También se aludió a la pérdida de patrimonio natural por destrucción y fragmentación del hábitat (la más importante son los bosques de algarrobo), la falta de un inventario detallado de recursos naturales, el grave retroceso de los glaciares, la venta de grandes extensiones de tierras de alto valor ecológico y con reservas de agua dulce, los accidentes petroleros que afectan los oasis y la presencia de residuos sólidos en el agua.
En los oasis de riego se hizo hincapié en la escasez hídrica, en la contaminación salina de las aguas subterráneas y de las superficiales por residuos líquidos y sólidos e inundaciones de propiedades agrícolas por aluviones en zonas urbanas.
Como se esperaba, los ambientes urbanos generaron múltiples conclusiones, entre ellas la excesiva concentración de población en el Gran Mendoza y grandes espacios de baja densidad poblacional, lo que quedó plasmado con cifras: allí viven 846.904 habitantes, el 53,6% del total de la provincia en tan sólo el 0,1% de su superficie.