El espectáculo Tango Sinfónico fue delicioso hasta exactamente su punto final. Cuando el público despedía con una ovación las actuaciones de Daniel Binelli, Polly Ferman y la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo, uno de los músicos se desmayó sobre el escenario con la lógica consternación primero y preocupación después de toda la gente que estaba sobre y bajo el proscenio.
Sin embargo, el pequeño accidente no opacó la hora y media del mejor tango argentino interpretado con brillantez por Binelli y su bandoneón y la solidez de una orquesta que acompañó al músico con una pasión admirable.
El mismo Daniel Binelli abrió el concierto pasadas las 21.30 del sábado ante unas 500 personas que lo recibieron con un aplauso compacto entre las despobladas butacas del Gran Rex. El bandoneonista dijo que esta era la tercera vez que estaba en Mendoza y que siempre se repetía la emoción de tocar ante el público mendocino. Luego, anunció la primera obra del programa, Suite Punta del Este, de Astor Piazzolla, contando que “Astor nunca llegó a grabarla. Yo tuve el enorme privilegio de grabarla por primera con la Camerata Bariloche”.
Entonces Binelli tomó el bandoneón y a una señal del maestro David Handel, empezó la magia. Un monólogo del bandoneón con los más sutiles silencios, notas, muescas y pasiones del tango. El músico, derramado sobre su instrumento, parecía tocar con el alma, al tiempo que la música entablaba un bellísimo diálogo con las cuerdas de la orquesta y luego un breve duelo con el el arco del concertino (Arkady Gologorski). Y se hizo la primera ovación.
A continuación, hizo su aparición la pianista uruguaya Polly Ferman, quien interpretó una delicada versión de Alfonsina y el mar.
Horacio Salgán habría estado de fiesta. Los músicos hicieron los temas Don Agustín Bardi, Milonga casi candombe y A fuego lento. Binelli hizo versión tan poderosa y bella de este clásico que la segunda ovación de la noche no se hizo esperar.
Los arcos de los violines, violas, violoncellos y contrabajos parecían a punto de romperse cuando Daniel Binelli llenó el aire del teatro con su obra Metrópolis, en la que se pudieron escuchar sutiles citas-homenaje a George Gershwin y Aaron Copland.
El tango convertido en vértigo, en drama, en exasperación, con un correcto acompañamiento del piano por parte de Ferman y un frenesí apasionado de la orquesta, ya no sólo continente sino protagonista del show con una sonoridad y personalidad tan arrolladoras como las del bandoneón del maestro Binelli.
Al interpretar los conocidos temas de Piazzolla Buenos Aires Hora Cero y Fracanapa, llenos de tensión, noche, misterio y venganzas, el bandoneón parecía desarmarse sobre las rodillas de Binelli que tocaba con todos sus órganos. ¿Este hombre respira?, podía preguntarse el público, sostenido de cada nota como un equilibrista en medio de un silencio total.
Tanto Imágenes de Buenos Aires (Preludio, Gran Tango y Milonga) como Preludio y candombe, ambas de Binelli, mostraron el enorme talento del músico como compositor. La ovación hizo que Binelli y Ferman volvieran al escenario para hacer solos un Adiós, Nonino, de Piazzolla, en una versión conmovedora.
Justo en medio de la ovación final, cuando Binelli y el maestro Handel se despedían del público, el trombonista Julio Roldán se desmayó a causa de una descompensación diabética.
El músico pidió un médico y mientras varios profesionales se acercaban al enfermo, agradeció una vez más y se retiró. Roldán fue prontamente atendido por el ECI y derivado al Hospital Español, donde permaneció unas horas en observación.