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Uno-Viernes 23: Mucho más que pura alegría

La Orquesta Sinfónica de la UNCuyo cerró su temporada 2005 con la excelente presentación de la Novena Sinfonía de Beethoven, junto al Coro Universitario. Fueron ovacionados por más de dos mil personas

26 de diciembre de 2005, 13:40.

Los mendocinos no pudieron elegir mejor programa para cerrar el año. Con su alegre concurrencia le dieron un sí masivo a la propuesta de la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo y del Coro Universitario de Mendoza: la presentación de la Novena Sinfonía de Beethoven.
Más de dos mil personas disfrutaron de la notabilísima interpretación de este clásico de la música universal, que, bajo la dirección del maestro David Handel, adquirió el verdadero vigor de la partitura original, tantas veces “dulcificada” en versiones de ocasión para el consumo del gran público.
Cada una de las singularidades de los cuatro movimientos –en los cuales el genial compositor alemán supo traducir los matices de la alegría, la tristeza, la esperanza y el arrebato sirviéndose de todas las posibilidades expresivas de cada uno de los instrumentos en trabajadas y extensas partes– fueron indicadas por el maestro Handel con una precisión matemática pero a la vez llena de encanto.
La orquesta respondió a su batuta y a sus manos de la misma manera: con genuino talento y enorme placer. Los músicos sonreían, “bailaban” y hasta tarareaban la melodía de la parte que estaban ejecutando. El “efecto Beethoven”.
El primer movimiento empezó a marcar las notas típicas del romanticismo con sus rápidos pasajes de la alegría al drama en una constante danza de arcos de violines, violas, violonchelos y contrabajos. En el delicioso vivace del segundo movimiento los metales empezaron a delinear el motivo de la por muchos conocida como La canción de la alegría. En el tercer movimiento todos los instrumentos se sumaron a la fiesta con pequeños juegos de cuerdas, notas sueltas de los bronces y delicados golpes de timbales.
Pero fue en el cuarto movimiento cuando se declaró la alegría: fueron los contrabajos los que comenzaron con el celebérrimo tema de la Oda a la alegría, poema de Schiller musicalizado por Beethoven, a los que se le fueron sumando el resto de las cuerdas y luego los vientos. Aquí los solistas Ricardo Ortale, Juan Carlos Vasallo, Susana Caligaris y Gloria López cantaron la letra en un alemán perfecto y con todo el énfasis que Beethoven marcó en la partitura. El Coro Universitario irrumpió con una fuerza arrolladora y un compacto color en las voces masculinas y las femeninas que logró un diálogo perfecto junto a la orquesta y los solistas.
Todos fueron ovacionados largamente de pie. Los músicos y la gente, todos brillaban de alegría. También Beethoven y Schiller.
Patricia Rodón

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