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Para estos autores, después de siglos del predominio ejercido por el varón en nuestras culturas, y de la consecuente discriminación negativa que ello implicó para la mujer, era y son necesarias leyes y reglamentos que “fuercen” al varón a ceder espacio, que lo “obliguen” a no discriminar a la mujer.
Ahora bien, creo que tendríamos que preguntarnos si este ceder espacios no es una trampa más de nuestra tradición machista que concede a “las damas”, caballerosamente el 30% de los cargos electivos (aunque la igualdad sea el 50%); o que saque de la galera, cual ilusionista, un único día, en el que las honramos como se merecen (aunque lo merecen todos los días, y aunque paradójicamente no la iguala al varón, puesto que no hay un “Día del Varón”).
Luego de largos debates con los propulsores mendocinos de esta “discriminación positiva”, comprendí y comparto que esta corriente de pensamiento es necesaria y que quizás lo sea por un tiempo más, para la inevitable transición socio-cultural en la que se comience a construir la igualdad.
Pero como por fortuna y, a pesar de estar llegando a los 40, aún no puedo dejar de soñar utopías, mi espíritu vuela y ansía arribar a aquella época futura en la que en nuestras culturas, el reconocimiento y el respeto por lo diferente no deba imponerse por la fuerza de una ley; sino que sea el fruto fresco e inevitable de una cultura que aprende y crece. El fruto de una cultura que se humaniza.
Una cultura que acepte y disfrute de lo diferente; en la que sea el respeto, el que gobierne la relación no sólo entre varones y mujeres, sino también entre adultos y niños, profesionales y no profesionales; homosexuales y heterosexuales; cristianos y no cristianos.
Una cultura que ponga en valor la unidad en la diversidad, en donde la comunidad no sea la unidad de lo común, sino una armónica danza en donde lo diferente me complementa y me da sentido.
La diferencia –en buena hora– nos hace varón y mujer; la igualdad –en justa hora– nos hará a todos humanos por igual.
Una cultura no uniformada sino multiformada. Una cultura donde vivan las diferencias y mueran todas las desigualdades.
Y hablando de desigualdades… ¿no convendría que inventemos el Día del Varón?
¡Feliz Día y Feliz Vida para todas (y para todos)!
Javier Vaquer
Lic. en Psicología