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Geógrafos, los "guardianes" de las reservas de agua dulce de Mendoza

Son especialistas formados en la UNCUYO que aplican geotecnologías para monitorear el pulso vital de los miles de glaciares que aseguran la vida y el desarrollo productivo de la provincia. En esta nota, uno de sus exponentes, el geógrafo Andrés Lo Vecchio, comparte su labor como docente e investigador.

imagen Geógrafos, los "guardianes" de las reservas de agua dulce de Mendoza

 

Mendoza concentra alrededor de un tercio de los glaciares de toda la Argentina —casi 5.000 de los 16.000 que existen en el territorio nacional—. Estas masas de hielo constituyen una reserva neta de agua dulce, por eso resulta fundamental el monitoreo permanente que hace la comunidad científica local. En los últimos años, esta tarea se ha visto revolucionada con la aplicación de las geotecnologías (sensores remotos, imágenes satelitales, fotografías aéreas, entre otras herramientas) que permiten generar y procesar información espacial casi diariamente. 

El geógrafo y doctor en Geografía de la Universidad Nacional de Cuyo, Andrés Lo Vecchio, se ha formado en estas tecnologías y desde su rol de docente y científico explica por qué es importante conocer la dinámica de los glaciares para la vida y el desarrollo de Mendoza: “Conocer el pulso de los glaciares, conocer su dinámica, se relaciona directamente con los caudales que está entregando una determinada cuenca que tiene el glaciar en su cabecera. Y por qué nos interesa conocer los caudales, básicamente por las condiciones de aridez que definen a gran parte de nuestra provincia y sobre todo en donde están localizados los oasis productivos”.

De la geografía tradicional a la moderna

—Como docente universitario, ¿qué rol juega la tecnología en lo que enseñás?

—Soy profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, en particular doy clases en la cátedra Técnicas en Geografía Física. Allí enseñamos herramientas para que los estudiantes puedan abordar diferentes problemáticas de esta rama de la geografía. Estas herramientas son las que denominamos como geotecnologías, que son todas aquellas tecnologías que tienen una impronta espacial, por ejemplo, imágenes satelitales, drones, GPS, estaciones hidrometeorológicas, fotografías aéreas, sistemas de información geográfica, incluso estamos trabajando con cámaras 360 haciendo tours virtuales en áreas naturales protegidas. Es decir, aplicamos diferentes tecnologías que generan o procesan información espacial para abordar una determinada problemática de la geografía física.

—¿Cómo impactan estas tecnologías en la geografía?

—Hoy en día las geotecnologías se han vuelto transversales no solo a la geografía sino también a la ciencia en general. Básicamente porque todas las disciplinas manejan datos espaciales y necesitan hacer representación y análisis de estos datos, sea cual sea la naturaleza de la variable. Para el desarrollo de la geografía, en particular, y de todas las disciplinas que tienen un interés o una incumbencia en los procesos espaciales, las geotecnologías son fundamentales y han venido a revolucionar la forma en que abordamos las problemáticas espaciales. Incluso, atraviesan nuestras actividades cotidianas. Pensemos, por ejemplo, en Google Maps, en Uber, en el Mendotrán, y en todas aquellas apps que usan la posición, nuestra ubicación. Bueno, detrás de eso hay una geotecnología. 

—¿De qué manera se incorporan estos saberes en la formación del geógrafo?

—Dentro de la Facultad, la carrera de Geografía es la que mayor aplicación y conocimiento tiene en términos de geotecnología, porque es una materia que se dicta en primero y segundo año. Después hay materias técnicas en las que también se utilizan estos saberes. Además, tenemos la tecnicatura en Geotecnología. Así que en ese sentido estamos al frente. Ahora bien, dentro de la UNCUYO también hay otras carreras, como Ingeniería de Recursos Naturales Renovables, Geología e Ingeniería Agronómica, que poco a poco han ido incorporando las geotecnologías en sus planes de estudio. Otro caso paradigmático es la nueva carrera de Arqueología que dicta nuestra Facultad. Las diferentes carreras han tenido la necesidad de incorporar estos saberes, ya sea dentro de las materias específicas del tronco común o bien dentro de la modalidad de las electivas o las optativas. Independientemente de cuál sea el mecanismo, cada vez más estas herramientas se hacen visibles en los planes de estudios y, en general, en cualquier tipo de formación universitaria que aborde problemáticas espaciales. 

Los avances en el campo de la Glaciología

—Además de docencia, también hacés investigación. ¿En qué consiste tu trabajo? 

—Dentro del campo de mi especialidad me dedico a la Glaciología, que es el estudio de la dinámica de los glaciares. Los caudales andinos, los caudales de los ríos de Mendoza nacen en la alta cordillera, fundamentalmente, por la fusión en verano de las nevadas invernales. En años donde no hay nevadas, como por ejemplo desde el 2010 al presente que estamos atravesando lo que se conoce como ‘mega sequía’, ¿por qué tenemos caudales?, ¿por qué los ríos siguen trayendo agua? Bueno, esto es así porque hay un efecto mitigador de los glaciares donde a partir de la ablación, que incluye diferentes procesos por los cuales pierden masa y uno de ellos podría ser la fusión, entregan agua a los ríos. Por eso son importantes los glaciares, son nuestra reserva neta de agua dulce. Ahora bien, en Mendoza hay casi 5000 glaciares, ¿podemos estudiarlos uno a uno?, ¿podemos ir y recorrerlos, transitarlos y medirlos por completo con las técnicas tradicionales? Imposible. Sin embargo, tenemos la necesidad de saber qué le pasa a cada uno. Y justamente los sensores remotos, las imágenes satelitales, las fotografías aéreas, nos permiten tener una foto de todos los glaciares de la cordillera, incluso de los más remotos, de los más chicos y de los más grandes, de los más complicados para transitar. 

—¿Cuál es la utilidad de los datos que arrojan estas tecnologías? 

—Hoy en día con el avance de la información satelital, por ejemplo, tenemos imágenes en los glaciares prácticamente todos los días. Dependiendo de los satélites que se usen, uno puede obtener una información diaria. Es como si estuviéramos midiendo los pulsos vitales del glaciar: sabemos si está ganando o perdiendo masa, si se está acelerando o desacelerando, sabemos también la temperatura y si conozco cuál es la temperatura puedo saber si se está fundiendo o no, si me está entregando más agua de lo común o no, si hay un sobrecalentamiento respecto de la temperatura histórica o no; puedo detectar anomalías en su comportamiento. Esto ha revolucionado la Glaciología porque antes se hacía todo el trabajo in situ, en campo. Yo me metía durante 40 días a un glaciar, hacía mediciones, instalaba unas reglas a nivel de la superficie del hielo, venía al año siguiente y si sobresalían quería decir que el glaciar había perdido masa y si estaban enterradas, que había ganado masa. Esto me daba una visión muy discreta en el tiempo y, a lo sumo, podía obtener datos dos veces por año. Con una imagen satelital tengo datos todos los días y conozco con exactitud los puntos vitales del glaciar día por día, y no de uno, sino de los más de 16000 glaciares que hay en el territorio argentino y que son monitoreados por el Instituto Argentino de Nieve y Glaciares (IANIGLA) que es donde yo trabajo. Si no fuera por los sensores remotos esto sería imposible hacerlo. De hecho, hasta antes de la aparición de toda estas herramientas, en Argentina solo se monitoreaban 4 o 5 glaciares. 

—En relación con estos avances, ¿cómo se piensa la cuestión del cambio climático y qué temas deberían tenerse en cuenta para el desarrollo provincial?

—En Mendoza, sobre todo hacia el norte, y como en buena parte del oeste argentino, los ríos tienen un régimen que se conoce como nivo-glaciar. El régimen indica cuál es la fuente de alimentación y con nivo-glaciar me refiero a que los caudales de estos ríos dependen de la fusión de la nieve y de la ablación glaciar.  En años normales, la fusión de la nieve puede aportar hasta el 70% de los caudales. Sin embargo, en años secos como los que estamos viviendo, los glaciares pueden aportar hasta un 60% de los caudales. Si nos fijamos en años que han sido absolutamente secos desde el punto de vista de la precipitación sólida, seguimos teniendo caudales en nuestros ríos. Esto es así por el aporte glaciar. Por eso resulta sumamente necesario conocer qué pasa con nuestros glaciares porque en el fondo son nuestra reserva hídrica del futuro. Si en este contexto de calentamiento y de reducción de las precipitaciones níveas se prolonga el tiempo y se continúa, como sugieren las proyecciones, son los glaciares quienes nos van a estar dando ese efecto mitigador de esa sequía. Poder monitorear a todos los glaciares y no a algunos de ellos, como se hacía bajo la perspectiva de la glaciología clásica, es de vital importancia. De esta manera, el estudio y el monitoreo de la criosfera y los cambios en la criosfera son esenciales para entender de dónde venimos y cómo estamos y así poder proyectarnos hacia el futuro. Esto tiene valor para los oasis productivos de la provincia, si ves su localización en el espacio, dependen absolutamente de la existencia de un río. No hay enclaves humanos en Mendoza que no estén asociados a un curso de agua. Conocer qué está pasando en las cabeceras de nuestra cuenca es fundamental para proyectar la actividad humana en los oasis. El 80% del agua que viene de nuestros ríos aproximadamente, en el caso del río Mendoza, se destina a riego. Ahora bien, ¿podemos seguir con esa matriz productiva?, ¿hacia el futuro vamos a tener el agua que necesitamos?, ¿podemos seguir con los modelos de consumo en áreas urbanas, con el modelo de parquizado, con el modelo de uso doméstico? Todas estas preguntas están directamente relacionadas con los glaciares y la precipitación nívea. De ahí la importancia de debatir estas cuestiones y conocer qué está pasando con los glaciares, porque tiene un impacto directo sobre la organización del espacio.

La educación pública y la función de la UNCUYO

—¿Cuál es tu mirada sobre la educación pública?

—A mi manera de entender, la educación pública y la ciencia son el camino de la liberación individual y de una nación. Liberación interna de uno mismo, quizás sobre creencias que uno tiene. Y cuando digo liberación de las naciones me refiero al desarrollo de tecnologías, a no tener que depender o no tanto del desarrollo que otros países tienen sobre ciertas tecnologías que finalmente nosotros consumimos. La educación, en todos sus niveles, es fundamental para alcanzar ese grado de desarrollo en el conocimiento y en la técnica que nos permitan acceder al desarrollo y a la producción de tecnologías. Al mismo tiempo, quisiera mencionar que a veces creemos que la universidad es gratis. Sin embargo, que no paguemos por ir a la universidad no significa que sea gratis, sino que hay un consenso de toda la sociedad en financiar la formación de profesionales para que esos profesionales puedan a su vez mejorar la calidad de vida de la sociedad. Hay que tener en cuenta esta cuestión para entender que detrás hay toda una inversión y una decisión social en fomentar estos espacios. Me parece importante revalorizar este hecho y recordar que hay gente que está apostando por nosotros y ver todo el esfuerzo que están haciendo incluso quienes nunca van a acceder a la universidad.

—¿Cuál es el aporte para Mendoza de un geógrafo especializado en geotecnologías? 

—Creo que un especialista en la geografía con una fuerte formación en geotecnologías se convierte en un profesional con una capacidad de aplicación y de resolución de problemáticas. A mi entender, no hay otra oferta académica que reúna esas condiciones. Dicen que la geografía es una ciencia síntesis porque se alimenta de conocimientos de diferentes disciplinas, hace concluir esos conocimientos y genera un nuevo conocimiento a partir de esta confluencia. Entonces, con esa visión sintética, sistémica, de lo que ocurre en el ambiente y teniendo herramientas para hacer el diagnóstico de una problemática, y al mismo tiempo poder dar una posible solución, poder crear un instrumento de gestión de una determinada problemática espacial, ambiental, creo que le da mucho potencial para resolver en lo inmediato. En la vieja escuela de la Geografía, como también de otras Ciencias Ambientales, por ahí se quedan mucho en el ok, conceptualizo, digo lo que pasa. Ahora bien, el qué y cómo lo hago, dónde y por qué, esa base de poder dar una resolución es propia de la formación que hoy se da en la carrera de Geografía, específicamente en la carrera de Geógrafo de la UNCUYO. Con todo ese estímulo de las geotecnologías avanzamos hacia la capacidad de hacer, porque creemos que la capacidad de hacer revitaliza la posición de un especialista de geografía en el medio. Depende mucho del perfil del estudiante el que advierta en esta herramienta una salida laboral. No todos van a ser especialistas en geotecnologías, depende mucho de cómo aborde cada quien la carrera, su trayectoria. 

—¿Cuál considerás que es el rol de la UNCUYO en la sociedad mendocina?

—Yo hice toda mi formación de grado y de posgrado en la Universidad Nacional de Cuyo, y también la secundaria, en el Liceo Agrícola y Enológico. Es decir, tengo una larga trayectoria y un vínculo muy fuerte con la UNCUYO. Para mí es sumamente destacable su rol en la sociedad como formadora de agentes que finalmente tendrán la capacidad de dinamizarla, de satisfacer ciertas necesidades y de mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Naturalmente, ser docente e investigador de esta casa de estudios me llena de orgullo y de responsabilidad para abordar cada una de las cosas que hago.

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